28 de septiembre de 2019

229. El aborto


¿Por qué ser una máquina de parto? Me he hecho esta pregunta durante setenta años y aún no encuentro un argumento sólido para responder. Lo que tengo de cierto es que la vida de la mujer no debe reducirse a su genitalidad ni a su capacidad de procrear.

         Tal vez he vivido más de lo que puedo soportar y en setenta años nunca me sentí en condiciones de ser madre. Fue mi elección y, como tal, debería tener el derecho a que se respete mi decisión, aunque muchas otras mujeres, millones, no cuentan con tal derecho ni tal libertad.
         Escribo esto un veintiocho de septiembre de dos mil diecinueve, una fecha emblemática en México porque hubo manifestaciones alrededor del país para promover el aborto seguro, legal y gratuito para aquellas mujeres cuyas circunstancias les pueden conducir a practicarse un aborto clandestino, insalubre y que pone en riesgo su vida.
         Me ha resultado muy curioso ver cómo los principales opositores son los hombres, muchos de ellos sin el coraje, la valentía y la responsabilidad para reconocer a sus propios hijos, atribuyendo esta responsabilidad a la mujer, porque la maternidad resulta más una obligación en este sistema heteropatriarcal que una decisión.
         Si yo no hubiera abortado, habría traído al mundo (contra su voluntad) a seres que no tienen culpa ni responsabilidad sobre las circunstancias que he vivido. Les habría traído a un mundo que incluso a mí me genera repulsión, un mundo en el que vendrían a sufrir, mucho más que a gozar de la vida (cualquier cosa que eso signifique).
         El aborto existe mucho antes de que las leyes fueran creadas. No es un método anticonceptivo, eso nos ha quedado claro desde hace milenios, y somos las mujeres quienes conocemos cómo es realmente. ¿Feliz por abortar? Que alguien me diga quién ha sido feliz una vez que deja ir una parte de sí misma (de sí mismo).
         Esta tarde vi una marea verde, una marea que se ha extendido principalmente por los pueblos de Latinoamérica, porque es donde prevalece la mayor incidencia de violencias contra las mujeres y niñas. ¿Por qué en los países desarrollados no encontramos con tal fuerza este tipo de manifestaciones?
         Al final somos energía y un aborto representa ese rechazo a dar luz con energía negativa. La existencia no es deseable cuando no se tiene la libertad de elegir. De eso se trata el feminismo: de luchar por igualdades, pero también por el poder que las mujeres pueden ejercer sobre sí mismas.

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