30 de noviembre de 2019

329. La sutura


El color se derrama entre los hilos para formar la silueta de una flor de lis. Las manos (tan diversas como un ramo de crisantemos), en silencio, dejan huella en la blancura del lino y su entramado inglés, dispuesto a recibir la puntada precisa para continuar con otro tono que defina los contornos, dotando de volumen al tejido plano montado sobre el bastidor. Cadenilla, pespunte, sombreado. Y poco a poco el bordado se extiende a través de varios metros de tela apilados en las piernas de las brujas del pueblo, cuyas manos mantienen en suspenso la afilada aguja a punto de continuar la labor.

328. El cortejo


En la oscuridad de la banqueta, arrinconados, hay unos ojos perdidos que ya no guardan ni un solo grano de sal. Han llorado tanto que se han convertido en un par de uvas pasas clavadas en un rostro ajeno. El cabello abundante y oscuro intenta en vano ocultar la inexpresividad de la muerte, con varias colillas de cigarros y unos cuantos nudos mezclados entre una maraña espesa que surge de un cráneo frágil. María es un cuerpo en abandono, arrojado a la miseria de la noche a donde pertenecen las quimeras.

327. La muñeca


Similar a los títeres, una muñeca es una representación (masculina) del ideal femenino y con frecuencia sirve a un solo propósito: reforzar los estereotipos sobre la feminidad y el “ser mujer”.

326. El intelecto


Fue en mis tiempos de educación secundaria cuando tuve mi primer acercamiento a la mitología. Todos los días al volver de la escuela vaciaba mis preguntas ante Rebeca con la esperanza de que ella tuviera las respuestas a mis lagunas de conocimiento. Pero ella era mortal.

325. La historia

Había una vez alguien con poder. Punto.

324. La desesperación


Escribo para ti, para que no me olvides, para que sepas que todo este tiempo miré por la ventana para verte, esperando que algún día regresaras y entraras por la puerta, que la historia de tu muerte no fuera más que una mentira. Me decía loca por tener la esperanza, por creer que volverías para salvarme de este abandono. Hoy ya no puedo seguir, tengo miedo de no recordar tus ojos un día más. Con el tiempo tu recuerdo se ha desvanecido hasta dejarme solo tus ojos. A pesar de todo, me he mantenido de pie, firme como los árboles. Hago mi vida como si estuvieras aquí, pero llega la noche y es tanto el silencio y tan fría la cama que ya no puedo continuar. Aún conservo tu retrato en sepia y sé que detrás de la fotografía todavía me miran tus ojos azules.

323. El karma


Una vez, en tiempos de guerra, hace muchos años (tantos que se alejan de mi memoria, aunque el estruendo de las bombas ha sido imposible de olvidar), coincidí con muchos refugiados en las calles de una ciudad en ruinas, debajo de los puentes, en los callejones, escondidos entre los escombros de un tiempo marcado por la muerte.

322. El origen


Si se fuera un ente que trasciende a lo humanamente conocido, tal vez sabríamos más del origen de Todo, pero no lo hay, no existe, y la humanidad tiene que vivir sus días con base en fe, en un sistema de creencias que justifiquen (que den lógica) a su entorno. Y sin embargo hay un hilo conductor entre todos los sistemas de creencias.

321. La sal


La mujer de sal fue inmortalizada por atreverse a dudar, no es un melodrama barato de esa tradición judeocristiana que hizo menos a una mujer que solo decidió voltear atrás para contemplar lo que dejaba solamente por seguir a alguien más y confiar ciegamente.

320. El telar


Fue Penélope, la mítica, quien inmortalizó la figura del telar más allá de su significado como objeto de la cotidianidad: se convirtió en el símbolo de la vida que se teje, se entreteje y se desteje aspirando a otro presente.

319. La privatización


Puede ser la dura cama,
la alfombra raída de la sala,
televisor no tengo
         -si no, con mucho gusto-,

318. El diamante

Roca de gran valor (semejante a un cristal una vez que ha pasado por un largo proceso de transformación), un diamante ha cobrado mayor valor con el paso del tiempo al ser una piedra rara, por la baja frecuencia con la que se encuentra y su poca disponibilidad en la minería.

317. La pintura


El rojo bermellón se diluye en el aceite de trementina. Una gota escurre en la paleta cubierta de motas de color y se derrama en su delantal. El pincel del cuatro remueve las plastas en la masa de químicos. Gira una y otra vez hasta que la consistencia adquiere “el punto”. Con las gotas en el aire aún duda en el trazo de las flores, pero contacto con la manta y el fondo violeta, mantiene un pulso decidido y detalla las primeras formas del capullo.

24 de noviembre de 2019

316. La herencia


Aquí dejo testimonio
de la herencia en el espejo,
de la risa frenética en la cama
         –ahogada en llanto–
presea de un sueño ya perdido.

315. El anonimato


Escribía Virginia Woolf hace casi cien años ya que en la mayor parte de la historia “Anónimo” se refería a una mujer y sin descaro se comparten esas famosas citas cuyo autor o autora nos son desconocidos, pero que han dejado profundas reflexiones para repensar el mundo.

314. El cable


Hará cosa de unos años que vi por primera vez el filme “Un long dimanche de fiançailles” (traducido al inglés como “A very long engagement” y al español como “El amor eterno”) de la cual me quedó grabada una parte de la narración: “ese cable es su único contacto con la vida, y si no vuelve no importa, aún puede ahorcarse con el cable”.

22 de noviembre de 2019

313. El tacto


Toco madera y toco lo que ha sido tocado al tacto, con la yema de los dedos y las diminutas comisuras que dibujan una huella dactilar. ¿Qué tacto? Cualquier superficie, tangible o intangible, porque hasta el vacío y el silencio pueden ser cortados con una simple aguja.

21 de noviembre de 2019

312. La campana


No siempre “al que madruga, Dios lo ayuda”, pues por mucho madrugar uno vive demasiado. Sin embargo, soy una persona más productiva durante las primeras horas del día, especialmente al beber de mi primera taza de café, momento en el que aprecio el silencio de la madrugada hasta que una campana marca el inicio del día.

311. La espuma


Viví lo que pude soportar,
ahogada en la locura de mi propio pensamiento,
con voluntad,
         con entereza,
con la promesa de aguantar un nuevo día.

310. La ballena


Uno de los animales que me ha causado mayor fascinación es la ballena, habitando en las profundidades del mar, con sus enormes ojos que parecen haber visto las maravillas de los océanos desde tiempos inmemorables, viviendo en el silencio de su propia soledad.

20 de noviembre de 2019

309. El circo


Una sola vez en mi vida he acudido a un espectáculo circense y la experiencia me bastó. Rebeca había comprado boletos para una sola función un sábado por la tarde. Ahí conocí a los elefantes, los tigres, leones y caballos.

308. La peluca


Aunque maquillarse implica todo un arte de transformación, la peluca es la forma más sencilla para hacer un cambio de apariencia y convertirnos en otra persona, insisto, al menos en apariencia. La peluca es esa herramienta que nos permite “ser otro” o “ser sí mismo” (según el caso).

19 de noviembre de 2019

307. La grieta


En Japón hay una curiosa tradición de reparar los objetos que se han roto, mediante un proceso artesanal con aplicaciones de oro (al menos me parece que es una aleación con esa tonalidad dorada) para unir las diferentes piezas del objeto. Al final se obtiene la pieza original resaltando las grietas con este material para conservar la belleza de su fragilidad.

18 de noviembre de 2019

306. El guión


¿A quién se le ocurre seguir una vida predeterminada donde se le indica hasta en qué momento debe llorar y en qué instante debe sonreír? Pues así mucha gente de las nuevas generaciones (“babyboomers”, les han llamado) en este siglo XXI.

305. La suficiencia


A veces uno piensa que el mundo es un recipiente hecho a la medida, como el cuerpo, y de pronto las circunstancias nos empequeñecen o engrandecen y ya no encajamos en el modelo dispuesto para nosotros desde antes de nacer.

304. El peso


Aquí dentro pesa tanto.

303. La caligrafía


Parece terapéutico, pero va más allá. Escribir tiene mucho de eso y más, como una especie de momento en el que uno teje y desteje las marañas mentales para darles orden y secuencia, aunque rara vez reflexionamos sobre el trazado de la escritura, de las grafías, donde incluso va impresa nuestra identidad (pensemos en el caso de una firma).