12 de julio de 2009

Un silencio de colores


¿Cómo escribir el amor de la diversidad sexual en su soledad? Al pensar en esa posibilidad me es imposible no remitirme a un autoanálisis de mi situación y a la vez pienso en la de otros miembros de la comunidad LGBT. A pesar de que existen numerosos contextos por la pluralidad de individuos e identidades, ese rasgo común en todas las personas, LGBT's o no, puede coincidir en ese plano. ¿Cómo experimenta el amor un gay, una lesbiana, un transexual, un bisexual, un transgénero...? Ante tal situación cabe una pregunta que quizás nunca llegue a tener una respuesta en sí, tan sólo apreciaciones: ¿qué es el amor para cada uno? En ese preguntar, no sólo aquí, sino directamente en entrevistas, he descubierto cosas interesantes. En la soledad, como en la compañía, el amor se conflictúa ante muchos estímulos, sin embargo, en la soledad es más pronunciado el conflicto, porque ese amor se vuelve una tortura psicológica que puede llevarnos a grados de abstracción de la realidad impensables. A la vez, en ese amor influyen los motivos que uno tiene para vivir, si faltan motivos el amor se vuelve el único hilo que nos sostiene y nos aferra el mundo, pero tarde o temprano termina por romperse. A la vez, el amor puede ser tan sólo una ruta errada de la locura, simplemente un reflejo del deseo más profundo o más irracional. Y hay tantas formas de perderse en esa búsqueda del amor que sería necesario hacer un ejercicio individual donde nos planteáramos desde la soledad si lo que buscamos es en realidad eso, la respuesta a nuestra búsqueda. En el silencio de la gente se esconde ese latido incesante, constante, estrepitoso y estentóreo que nos recuerda que aún somos humanos. Difícil será que conozcamos lo que callan nuestros labios, porque la palabra es incapaz de reproducir esa emotividad, a pesar de la fuerza y flexibilidad que tenga el lenguaje para expresar casi cualquier cosa en el mundo, casi... Si miramos a los ojos ahí se esconde la verdadera persona. Y mirar a los ojos no es mirar la forma física de ellos, en esa labor no impora si son grandes, pequeños, rasgados o luminosos; es la profundidad, la opacidad, si habita alguien o es sólo un despojo del alma... Amar es una entrega de todos los sentidos, pero a la vez es ocultarse del otro, de ser poseído, de entregar nuestra soledad al otro. La soledad, al final de cuentas, es lo único personal e inseparable que nos queda, es la parte más íntima y más verdadera de cada uno. Es un retorno a sí mismo, de encontrarse, de buscarse, de ser. En la soledad se desarrolla nuestro yo interno que nos indica qué lo motiva, qué lo desanima, qué busca y qué desea evitar... No todo silencio es malo, hay un silencio en sepia que podría llegar a pintarse de color cuando encontremos esa respuesta, cuando logremos establecer esa conexión con quien habita en nuestros ojos. De ahí en adelante lo que resta es el motivo...

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