11 de junio de 2013

Cuando el cuerpo «significa»




¿Qué es un cuerpo más allá de toda existencia? Nada. Un estorbo. Pero un cuerpo también «significa». En su finitud, en sus límites, el cuerpo es una extensión del «Yo». Y cada cuerpo otorga un sentido de «pertenencia». El título de mi segunda novela se refiere a ese cuerpo que habitamos. Titulada «Amarás la sombra de tu cuerpo», en dicha novela trato de explicar(me) esa pertenencia. La identidad perdida (y encontrada) en nuestros propios límites.
Reconocerse a través del cuerpo es un acto amatorio, pero hay quienes ven a ese cuerpo como algo monstruoso, decadente, aprisionado en las palabras que se guardan en silencio. ¿Qué hay de esos seres que resisten al derrumbe de su entorno, aquellos que se aferran a una fuerza de voluntad para prolongar «el instante»?
Esta Quimera Falconiforme también vive catalogada bajo una etiqueta: «Proana». Somos libélulas de invierno cohabitando con el mundo para confundirnos con el silencio cotidiano. Sonreír es fácil. Mentir es un hábito forjado. Sobrevivir al día a día se convierte en una lucha reducida al campo de los alimentos. ¿Por qué negarse a un bocado?
Porque ayunar es un ritual. Un elemento «identitario». Pero no es propiamente un culto al cuerpo. Es imposible describir la sensación de un cuerpo «libre» de alimentos. Y, sin embargo, se sufre en el proceso, como un sacrificio. El primer día es poner a prueba la fuerza de voluntad. Es lo más fácil.
El segundo día el cuerpo es una llaga abierta al dolor del mundo. Es el día más complicado. El estómago (literalmente) ruge exigiendo atención. Entonces se pone a prueba la resistencia. Por la noche, el insomnio, el dolor de la mandíbula, la boca del estómago comprimiéndose cada vez más… y esa sensación de que lo peor de uno permanece en una cárcel de huesos para dar vida a un ser más complicado.
Al tercer día el espejo te sorprende: una cintura breve, las costillas a flor de piel, el hueso de la cadera perfilándose bajo una piel delgada, y la columna detallada en una espalda cadavérica. Es una anatomía perversa, decadente… Y en ese espejo habita esta Quimera Falconiforme, un ser que amenaza con aniquilar mi «Yo» cada mañana…
¿Cómo explicar el asco de ver un cuerpo que se odia cada mañana porque ese mismo cuerpo «significa»? No lo sé. Esto va más allá de una cuestión estética. Es un estilo de vida. La finitud en exilio, siempre al borde del abismo. Se trata de resistir el silencio, de prolongar «el instante», de llegar al límite de lo posible y tentar al destino.
Tal vez no entiendan lo que pasa por esta mente turbada por tantas y tan variadas cosas. Quizás mi vida está construida a partir de engaños. Soy ficción. Una mentira dulce y amable con el mundo. Pero es difícil concebir esto que pasa en mi cabeza. Quienes me ven con morbo piensan que estoy mal, como enfermo mental, y empiezan a insistir en que comer es bueno. ¿Y qué si me niego? Quizás nunca escuchen en su mente esa voz insistente que grita: «¡cerdo… cerdo… cerdo…!» cada vez más fuerte, hasta que llega un punto en el que te transforma la vida.
¿Por qué lo hago? Tal vez porque no tengo nada más en el mundo. Porque mi corazón fue devorado por las bestias. Porque la vida es un segundo cualquiera, sin trascendencia. Porque mi imagen en el espejo es todo lo que tengo. Un rostro. Un nombre. Nada.


1 comentario:

  1. Me encanta leerte amigo mio!! Es sorprendente lo que podemos saber o ignorar de nuestro Yo con tan solo mirarnos al espejo.
    Te extraño!!!

    Shonita

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