14 de abril de 2014

Hablemos de secretos

¿Qué tanto conocemos a quienes nos rodean en la vida cotidiana?
La pregunta salió a flote una mañana típica, tomando mi acostumbrada taza de café. Repasé mentalmente todos aquellos rostros que se han cruzado en mi camino y traté de hacer un recuento de lo que sabía de cada persona.
Sin embargo, abandoné la empresa a medio camino al darme cuenta de que existe la posibilidad de que todo aquello que creo conocer tal vez no sea así. Lo mismo pasaría si analizara mi propio caso: ¿qué tanto me conocen aquellos que me rodean en la vida cotidiana?
Uno puede mirarse en el espejo cada mañana y encontrar a una persona "conocida" para uno en el reflejo. Sabemos la verdad; también la mentira de nuestro rostro. Pero en el fondo de los ojos también habita el secreto, esa "verdad omitida" que a muy pocos (o a ninguno) hemos revelado. ¿Dónde radica la importancia del "secreto" en nuestras vidas?
Hace tiempo, en una charla de café, alguien me dijo que la clave para tener una relación de pareja duradera es que cada uno se diga la verdad, pero también guarde sus secretos, incluso con la posibilidad de llevarse los secretos a la tumba.
Esto me llevó a pensar en esa literatura intimista que muchos han considerado "biográfica" o "autobiográfica", llámense cartas, diarios, cuentos, novelas, ensayos... En teoría, ahí, en el texto, deberíamos apreciar esos "secretos". Ejemplos hay muchos. Sin embargo, creo que a pesar de las páginas escritas, los autores debieron guardarse algo que, por circunstancias ajenas al lector, no plasmaron en el texto.
¿Qué es?, ¿qué dejaron oculto a los ojos del lector?, ¿qué les impidió "confesar" sus secretos en la escritura?, ¿por qué dejar solo pistas y no algo concreto?
Al hablar desde mi experiencia como escritor, advierto que la literatura también tiene fragmentos del autor. Se plasman a menudo de forma involuntaria. En ocasiones, de forma consciente, el autor deja trazos que conduzcan a esa "verdad omitida". El lector debería reunir las piezas. Interpretar para "saber", para "conocer".
En mi caso, la escritura ha sido un vehículo para expresar el pensamiento y la emoción; sin embargo, hay pasajes que sólo llegan al esbozo de lo que en realidad es: una quimera imposible de trasladar al lenguaje escrito. La verdad yace entre líneas, pero el secreto permanece. Únicamente un lector avezado podría rasgar el velo de la apariencia para llegar a esa verdad omitida.
No obstante, continúa la pregunta: ¿por qué dejar solo pistas y no algo concreto?
La verdad para muchos resulta demasiado, tan difícil de expresar, tan complicada para ser confesada... Lo mismo pasa en la mente de cualquiera: hay cosas que, por voluntad, deben permanecer en el secreto. De lo contrario, ese secreto cambiaría la perspectiva con la que somos vistos por los otros, aquellos que nos rodean.

La verdad omitida es un monstruo encerrado en las cavernas del secreto. Nos quita el sueño por aterradora, por invasiva, por diferente a la imagen reflejada en el espejo. La mentira es un secreto, pero no todo secreto es mentira.

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