5 de mayo de 2014

¡Madres!

Nunca he sido muy afecto a "celebrar" el Día de la Madre. Desde muy pequeño (y hasta la fecha) me preguntaba con motivo de qué se "celebra" tal fecha. Con el tiempo, si uno abre los ojos más allá del sistema, adviertes que la "conmemoración" intenta implantar una figura idealizada de la mujer y se le reconoce por una función reproductiva, mucho más que por ser mujer.
Muchos me cuestionan que todo lo genitalice, pero no puedo evitar pensar en otra cosa cuando estamos inmersos en un sistema falocrático heteronormativo que también genitaliza el poder. ¿De qué otra forma entender que se mantenga entre el pueblo mexicano la idea de que la mujer solo está hecha para tener hijos? Y entre más hijos, "más mujer".
Para mi sorpresa, uno de los personajes que contribuyó a "implantar" dicha conmemoración fue uno de los filósofos mexicanos más reconocidos en nuestro país, en especial por su lucha en pro de una educación pública para los mexicanos (aunque creo que es más recordado por el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México: "Por mi raza hablará el espíritu").
Sí, me refiero a José Vasconcelos, ese filósofo-literato enamorado de su madre, que juró que la Virgen le hablaba (como menciona en un capítulo de Ulises criollo). Y a pesar de su férrea defensa de la educación pública, esa parte del Día de la Madre, para mí, es como la molesta piedrita en el zapato...
Si bien es admirable que aquellas mujeres que deciden traer al mundo a un nuevo ser se entreguen a nueve meses de achaques y al dolor más intenso del mundo (según la ciencia) al momento del parto, ¿cuántas lo hacen por voluntad, por decisión propia, "por amor"?
Pienso en aquellas mujeres que, sin educación ni otro modelo de referencia fuera de su entorno inmediato, crecieron con la idea (por tradición) de que, para ser mujer, hay que contraer nupcias, "virgen" por sobre todas las cosas; ser muy diestra en las labores del hogar y dispuesta a tener una familia numerosa.
Pienso también en las madres que, aun casadas, son las únicas que están al pendiente de los hijos: desde velar el sueño, cuidarlos en la enfermedad (y en la salud), "educarlos", plancharles y lavarles la ropa, alimentarlos y, en casos más comunes actualmente, mantenerlos.
Además, pienso en aquellas mujeres que, juzgadas por el sistema falocrático, salen a diario a cumplir una jornada laboral para tener algo qué dar a sus hijos ante la ausencia del padre.
Asimismo, pienso en aquellas madres que se decidieron a ser madres solo para "amarrar" a un hombre.
Pienso en aquellas madres que decidieron abandonar a sus hijos porque no tuvieron el valor para "tenerlos".
Pienso en aquellas madres que dejaron la maternidad en un legrado practicado de forma clandestina, pese a todos los riesgos, porque "no era el momento".
Pienso en aquellas madres que no pudieron experimentar la maternidad porque su cuerpo no estaba hecho para eso.
Pienso también en esas madres que tuvieron el valor de negarse a la maternidad.
Y entonces me pregunto: ¿qué es "ser madre"? No lo sé. Nadie lo sabe. Jamás se sabrá hasta que "ser madre" haya sido expresado de todas las formas posibles.

Para mí, "ser madre" es el silencio de "ser mujer". Mi reconocimiento y admiración a quienes son ejemplo de lucha, por ser mujeres, más que madres.

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