9 de junio de 2014

La hoja en blanco

Enfrentarse a una hoja en blanco resulta una tarea más complicada de lo que parece. Aunque dispongamos de todas las palabras del mundo, uno se devana los sesos tan solo con la primera línea. ¿Por qué la escritura genera este “conflicto”? Por lo regular, cualquier tipo de texto requiere un esfuerzo para ser escrito. En el fondo, llamamos “inspiración” al momento en que la escritura cobra lógica en nuestro pensamiento y somos capaces de vaciar su contenido en la hoja en blanco, ¿pero dependeremos de la “inspiración” necesariamente para escribir?
         Ojalá hubiera una fórmula mágica para que la escritura fuera un proceso más fluido, quizás menos “atropellado”; sin embargo, creo que eso demeritaría el trabajo propio, que es donde radica la huella que uno imprime al escribir. ¿Qué nos detiene frente a la página en blanco? Curiosamente, de esta pregunta surgen muchas posibles respuestas. Lo primero que se me ocurre es el miedo a ser leídos. ¿Será una especie de “pánico escénico”? Tal vez, aunque sería difícil asimilarlo cuando se trata de un texto escrito.
         ¿Entonces qué, dónde radica ese aparente “miedo” a la hoja en blanco? Quizás en el miedo a la crítica, consecuencia de ser leídos. Pero si eso fuera determinante, no se hubieran escrito todos los libros de los que disponemos en la actualidad. El miedo a la página en blanco es un síntoma que ha existido desde que tenemos la escritura como medio de comunicación. Sería un error pensar que ya todo está dicho, como afirman varios autores del siglo XX. De ser así, ¿por qué se sigue escribiendo?
         No han sido pocos quienes me han pedido consejos, hasta impartir talleres, para desarrollar la escritura. Lamento decepcionarlos. Para mí, la escritura es un proceso de autodescubrimiento que uno debe desarrollar por voluntad. Si bien hay talleres que representen una guía para la escritura, es fuera de los talleres que uno encuentra su “marca”. Yo solo podría limitarme a hablar de mi experiencia, que coincidirá con la de otros escritores o tal vez no. Hasta en eso hay una extensa gama de matices.
         Si alguien me preguntara en este momento cómo vencer el miedo a la página en blanco, mi primera sugerencia es tener en mente que ese espacio en blanco es una oportunidad, no un obstáculo. Esa página debería permitirnos materializar en palabras la visión del mundo en la mente de cada persona. Por eso insisto que no todo está dicho. Tal vez se haya escrito sobre todos los temas del mundo, pero no es el mismo mundo que el que ven A, B o C, porque cada uno ha vivido circunstancias diferentes y cada uno tiene una forma distinta de expresarse.
         ¿Que entonces surge el miedo a “no gustarle” al lector? Me pregunto: ¿deberíamos limitarnos al “gusto” del lector (¿qué tipo de lector?)? La escritura, desde mi perspectiva, es un abanico de posibilidades que no se cierra únicamente a esto. También creo que el lector más afortunado es el que “descubre” un texto, aunque el mundo editorial es casi como la industria de la moda: mucho más complejo de lo que aparenta.
         Y, sin embargo, seguimos en el mismo punto: ¿cómo perder el miedo a la página en blanco? La respuesta parece obvia: se trata de escribir, de formarse el hábito de escribir, de leer y re-leer lo escrito, de leer y re-leer lo que otros han escrito, de dejar en reposo un texto y retomarlo al cabo del tiempo para analizarlo con otros ojos, tal vez con más experiencia o menos telarañas en la mente, pero no abandonar el hábito de escribir.
         Antes la gente solía tener un diario, a veces con entradas tan distantes en el tiempo, o escribía cartas para comunicarse. ¿Ahora qué? La tecnología nos limita a 140 caracteres. Escribimos el momento, no la memoria. Describimos el instante (el estado), no la percepción del instante (el estado). Si bien la tecnología nos permite una comunicación más efectiva e inmediata, también nos ha “inutilizado” para comunicar situaciones más complejas que no pueden limitarse a 140 caracteres.

         En definitiva, tenemos miedo a la página en blanco, pero a de los 140 caracteres que leerán miles (¿millones?) de contactos alrededor del mundo en un instante. Esta es mi lectura de la vida moderna.

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