10 de marzo de 2019

69. El fuego


El inicio de la civilización surgió con el fuego: cómo iniciarlo, cómo conservarlo, cómo prolongar su existencia y reproducirlo. En la mitología griega, se dice que Prometeo robó el fuego a los dioses para entregarlo a la humanidad, acto que le valió una condena por toda la eternidad.

         Tampoco es casualidad que el fuego también sea el origen de la vida. Pensemos en la palabra “alumbrar”, que implicaría (entre sus muchos significados) dar a luz o iluminar; una palabra con fonemas similares a la “lumbre” y que remite nuevamente al fuego.
         Este fuego ha sido utilizado para dar calor, para la preparación de los alimentos, para las labores del campo, en diversos oficios que requieren la transformación de la materia (como la herrería o la alfarería), para poner en marcha complejas maquinarias, incluso para la salud.
         Sin embargo, el fuego también ha sido utilizado para la destrucción (recuérdese el gran incendio que inspiraría a Nerón en su aparente locura), para la purificación de los cuerpos y las almas (pensemos en la Santa Inquisición y sus miles de víctimas inmoladas o la cremación de los muertos), para los genocidios e incluso en las protestas contra un régimen (hay tantas revoluciones a través de la historia que han utilizado el fuego como herramienta para hacerse escuchar).
         El fuego es uno de los cuatro elementos considerados por la mayoría de las culturas del mundo como el origen de todo: fuego, agua, aire, tierra. Son cuatro elementos que también son vinculados con la astrología y la determinación de rasgos específicos para cada signo según el sistema del que se trate (normalmente uno se remite al zodiaco).
         Pocos usos le doy al fuego en mi cotidianidad, aunque soy consciente de todo esto que he escrito. Pensar que el fuego era algo raro hace miles de años y hoy lo puedo tener en mis manos a través de un encendedor para prenderle fuego a mis cigarros. A ese grado hemos llegado: cuando lo sagrado se vuelve cotidiano, pierde su trascendencia y significado especial.
         Uso el fuego para quemar mis memorias ahogadas en alcohol y estas cenizas que quedan y se acumulan en mi cuerpo también morirán conmigo, en algún punto se desvanecerán, se perderán con el tiempo, volverán a la tierra de donde vine y tornarán al silencio del que nunca debí salir.
         Pero las cenizas dejan indicios que no me puedo llevar, indicios que el fuego no es capaz de destruir, a pesar de su fuerza. Esos pequeños fragmentos son pelusas en la madeja de vida, que dejaron huella y permanecerán incluso cuando la madeja vuelva a su forma original cuando suceda lo que ha de suceder.
         Pero el fuego no es un elemento que me determine porque mi nombre también se ha escrito sobre el agua y llegado el momento, se volverá silencio.

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