15 de marzo de 2019

74. La plegaria


Es frecuente que en los momentos de mayor caos se solicite la ayuda de una entidad superior que haga realidad esa esperanza de un mejor escenario para la propia vida. Similar a la oración, a menudo como complemento, la plegaria objetiviza aquellas tribulaciones que la persona sienta que le afectan más bajo las circunstancias en las que se encuentra.

         La Psicología dirá que el primer paso es nombrar aquello que nos afecta. Al darle un nombre lo objetivizamos, le quitamos la abstracción y definimos sus límites. La plegaria es un proceso similar en momentos (me atrevería a decir) de desesperación, de caos, de malestar, como si la flor de la vida cerrara sus pétalos y se encerrara en sí misma para no ver la luz del sol.
         En términos prácticos, la plegaria es una solicitud de cambio de circunstancia, una especie de oración en la que se reconoce un malestar (todo lo que podamos entender por “malestar”), pero desconocemos cuál es la solución frente a esa circunstancia.
         Pero pedir es fácil, lo complicado es saber utilizar lo que nos es dado para cambiar nuestras circunstancias. Con frecuencia la plegaria (la solicitud) oculta la respuesta que yace en nuestro entorno, que depende de nuestra voluntad y estamos tan ciegos que pasamos sin ver esa respuesta.
         La plegaria se convertiría entonces en la solicitud de una señal, un indicio que nos lleve a esa respuesta, como una guía de los pasos a seguir para cambiar de circunstancia. Y, sin embargo, incluso con el mapa dispuesto, si no se tiene la voluntad para cambiar de circunstancia, la plegaria es hablar frente al espejo con una venda en los ojos.
         Cuando esa circunstancia que nos afecta llega a cambiar, hay quien da gracias porque sus plegarias tuvieron respuesta, sin advertir que uno mismo llegó a esa respuesta porque la plegaria objetivizó la circunstancia que nos afectaba. Así se refuerzan las creencias en una entidad superior.
         Hay quien piensa que yo debería elevar mis plegarias (a la entidad que sea) por la oportunidad de tener un día más de vida para encontrar motivos que me aferren a la existencia. Nada más errado. Mis plegarias son una solicitud (a la entidad que sea) para que pronto se terminen los motivos de mi existencia.
         Sobrevivo a pesar de mí y es esa la circunstancia que más me afecta, porque mi pensamiento no coincide con mis emociones y esta esencia encerrada por condena en este recipiente llamado cuerpo se ha cansado de alimentarse con tanta amargura porque no puedo otorgarle momentos de felicidad.
         La verdad es que esos instantes hace mucho que ya no ocurren y espero que no se repitan. Duelen, por efímeros. Busco el silencio de la noche para perderme en el fulgor de las estrellas. Ahí se perderá mi nombre.

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