13 de marzo de 2019

72. La corrupción


Hay un ejemplo que utiliza la gente últimamente para referirse a la corrupción, ejemplo que me saca de quicio por absurdo. Dicen que si se coloca una fruta podrida junto a la fruta sana, en poco tiempo esa fruta sana se va a podrir. ¿Quién en su sano juicio coloca fruta podrida junto a la fruta sana? La fruta podrida va a la basura y punto.

         Si pensáramos en manzanas que tienen gusanos, hay indicios que lo demuestran y seríamos demasiado estúpidos para ignorarlos y colocar esas manzanas junto a la fruta que no tiene esos indicios. Pero hay quien lo hace y le echa la culpa a la manzana con gusanos y no al estúpido que ignoró los indicios antes de colocarla en la canasta.
         De verdad, en temas como la corrupción la gente prefiere hacerse de la vista gorda y cuando se descubre, señala y acusa sin asumir su propia responsabilidad. Es como el Génesis de la Biblia judeocristiana. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y los castiga junto a la serpiente por algo que él mismo creó. Debió castigarse a sí mismo.
         Sin embargo, siempre es más fácil atribuir estos temas al otro y que la culpa y el castigo no recaigan sobre nosotros, a pesar de que vivimos en un estado de corrupción. Me molestan los baños de pureza cuando en los pequeños actos de la vida cotidiana se demuestra lo contrario.
         Se juzgan las sumas millonarias que han robado los políticos y las empresas cuando en la vida cotidiana ocurren acciones similares, aunque en otra proporción. Uno puede comprar una película apócrifa por una cantidad irrisoria sin pensar que hay toda una industria detrás de ese filme, que paga impuestos y que genera empleos. Lo mismo ocurre con la industria editorial, la música, la industria del calzado y el vestido, la tecnología...
         No los culpo, este sistema te obliga a actuar de forma corrupta, pero que no vengan con sus baños de pureza cuando forman parte del mismo sistema. Arrojan la primera piedra sin importar que tengan culpa. La corrupción no desaparecerá con juicios verbales en las redes sociales, es un cambio en los actos cotidianos que al parecer jamás llegará.
         Yo he sido corrupta. No tengo talentos y la gente ha creado un imaginario sobre mí. Nunca me he preocupado por desmentirlos. Seguir en ese imaginario me permite mantener mi existencia a pesar de mí. No declaro impuestos. Ni siquiera existo para Hacienda.
         No podría asegurar que vivo al margen del sistema. Estoy dentro, pero en diferente grado. Miro, analizo y callo. En ocasiones escribo esas reflexiones porque aquí dentro no pueden ser asimiladas en una lógica comprensible. Si las callara, morirían conmigo en el silencio.

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