6 de julio de 2019

187. La fotografía


A diferencia del arte que representa el cine, la fotografía se esmera en contar una historia sin contarla. Retrata un instante irrepetible que habla por sí mismo sin necesidad del cúmulo de instantes que reúne la cinematografía para ofrecernos una experiencia sensorial compleja.

         En esta era digital donde el derecho de autor parece haberse disuelto en los códigos binarios de la tecnología, millones de imágenes han pasado ante mis ojos y yo ignoro quién ha sido el autor.
         Mi estética es muy peculiar, no única e irrepetible, pues la comparten otras personas alrededor del mundo, pero tiene ciertas características que consideran elementos como el color, la composición, los grados de luz y sombra, el enfoque o desenfoque, incluso el elemento retratado o modificado con técnicas digitales en la fotografía.
         Tengo gustos muy amplios cuando se trata de fotografías. Las de principios del siglo XX tienen su encanto, sobre todo por los detalles en la producción escénica, incluyendo las fotografías de cumpleaños con pasteles de cartón y merengue ya empolvado. Me atraen porque lo cuerpos se regían por una estética muy diferente a la de décadas después, cuando comenzó a imperar una figura más esbelta para las mujeres y más musculosa para los hombres (¿no es desesperante cómo se imponen los estereotipos en cada época?).
         Me resulta curioso que muchas de las fotografías que se difunden en pleno siglo XXI, digitalizado, recurren a herramientas tecnológicas para colocar filtros a fotografías actuales que tengan la apariencia de antiguas, tanto la coloración, el deterioro manifiesto en los materiales donde se imprimió la imagen, el concepto fotografiado, entre otros elementos que nos evocan cierta nostalgia por ese periodo en el que la fotografía recién comenzaba.
         Fotografiar personas, animales, paisajes, ciudades, objetos de uso cotidiano se ha vuelto una producción en masa que la fotografía llega a caer en un lugar común, como la escritura. Sin embargo, independientemente de las herramientas de las que el autor de valga para capturar un instante y exponerlo ante otros ojos, la fotografía sigue siendo un intento de la humanidad por controlar las memorias que se disuelven entre las manos como agua.
         Pocas son las fotografías donde figura mi silueta. Podría dividirlas en tres segmentos: aquellas de la vida cotidiana, espontáneas, que muestran mi lado más humano; unas más que atienden a algo protocolario, consciente de que soy fotografiada, en una pose estudiada para buscar mi mejor perfil; y aquellas donde el cuerpo desnudo es el protagonista, en situaciones o circunstancias que llegan a incomodar a “los otros”.
         En todo caso, la fotografía sigue siendo un instante que, aunque no es capturado, permanece más tiempo del que debiera y nos permite evocar ese instante en sus generalidades para traer a flote emociones de aquel entonces en un “aquí y ahora”. La fotografía es el silencio que se niega a hablar de sí mismo si no existe un interlocutor vinculado con la imagen capturada.

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