Figura predominante en la
tradición judeocristiana, el ángel tiene una simbología muy arraigada en el
imaginario de Occidente como una figura humanoide con plumaje de ave y sus
representaciones son tan variadas como la variedad que nos pueda presentar la
imaginación.
Generalmente
seres de bondad y belleza, asexuales de acuerdo con algunas corrientes
ideológicas, los ángeles han estado más vinculados con la analogía del Paraíso
y los protectores del Jardín del Edén, aunque su representación no ha estado
exenta de divergencias en torno a su origen y existencia.
Recordemos
que Lucifer era, según la misma tradición judeocristiana, el ángel favorito de
Dios (el dios de la misma tradición judeocristiana que describen las Sagradas
Escrituras) y su vanidad le llevó a “caer” como un acto simbólico de perder la
gracia de Dios y convertirse en su opuesto, aunque en la práctica sería un
complemento: no es posible distinguir el bien si no existe el referente del
mal.
Lucifer,
según cuentan las Sagradas Escrituras (la Biblia) era un ángel muy hermoso,
pero su soberbia (yo diría vanidad) le llevó a revelarse contra Dios y ese acto
lo condenó a ser denigrado y reconocido como “ángel caído”, aunque su
existencia nos es justificada en el majestuoso poema de John Milton, “El
Paraíso Perdido”, en el que habla justamente de la caída de Lucifer y la
“humanización” de una figura simbólica de la tradición judeocristiana para
representar el mal.
La
misma tradición nos da a entender que los ángeles (en plural, porque al parecer
no hay uno solo) son mensajeros del Dios judeocristiano y hay diferentes
categorías para cada uno, pues recordemos que según lo que dicen las Sagradas
Escrituras, a la Virgen María no se le presentó un ángel, sino el arcángel
Gabriel (custodio de la puerta del Paraíso) para anunciarle la llegada del
Mesías y la maternidad del llamado “hijo de Dios”.
Lo
cierto es que, en términos generales, los ángeles son interlocutores entre el
mundo divino y terrestre, algo similar a lo que exponía Platón en su diálogo
“El Banquete” al referirse a los “daimones” como interlocutores entre ambos
mundos, aunque limitando su significancia al amor y la amistad.
¿Creo
en los ángeles? Difícil saberlo. Hace ya varios años tuve un accidente del que
muchos han jurado que nadie habría salido con vida (incluso lo afirmaron los
peritos que llegaron para atender el caso). No recuerdo mucho de aquella noche.
Al abrir los ojos únicamente vi un poste pegado a mi mejilla y un carro
prensado. De ahí mi claustrofobia.
Si
existieran los ángeles, seguramente esa energía o espíritu se manifestó en ese
incidente y me salvó de una muerte, sin siquiera dejar rastro de un por qué. La
vida (el Universo) actúa de formas misteriosas.
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