Que la vida se me va, lo sé. Tan
cierto como el alba que acontece en la ventana y se me filtra en la mirada como
el agua. Pero aquí estoy. Aquí vuelvo a mi espacio de silencio para vaciar la
vida que se atora en la garganta. Hoy no tengo más patria que este cuerpo
condenado a los lindes de la sombra. Y renunciar a ser también es “ser”.
¿Qué
queda en el camino cuando la ruta se desvanece? La Nada. La No-Nada. Un espacio
de frontera donde se pierde mi silencio. Y, sin embargo, me aventuro en el día
a día para justificar este presente, la mañana crisálida preparada para
convertirse en polilla, mucho más que en mariposa.