Los meses pasan y a pesar de mi
renuencia, vuelvo a este espacio donde puedo dar orden a mi locura para
entender un poco de lo que ocurre dentro. La voz de Ana persiste y poco a poco
me acerco al umbral de una recaída. Otra. Una más en la cuenta de la vida. Es
curioso cómo Ana de forma paulatina va erigiendo un cerco que aparta a los
demás y me sume en el silencio nuevamente. Pero hablamos de la palabra hablada.
Ana a menudo olvida que me he valido de la palabra escrita para no caer en picada.