15 de diciembre de 2019

333. La persona

Después de la cosmovisión de cada cultura en torno al universo y las deidades que dan explicación a ese universo, la humanidad ha sido el segundo gran tema de estudio desde todas las áreas del conocimiento y siempre prevalece la curiosidad en torno a cuál es nuestro verdadero origen, independientemente de la cosmovisión que se tenga.

            Pienso que durante la mayor parte de la historia ha habido dos elementos fundamentales para analizar a la humanidad: la materialidad y la existencia (el hálito de vida). Aunque las historias varían, hay coincidencias en torno al origen, por ejemplo, una deidad que toma un elemento material y da un soplo de vida a una figurilla que da silueta a la persona.
            Este elemento material ha pasado desde el barro (tierra y agua) que recibe un soplo de vida (aire y fuego), sin olvidar otros elementos para ciertas culturas, como el maíz, la madera, la sal, granos de algún cereal, entre otros que son un símbolo importante para esas culturas.
            En la tradición judeocristiana, el dios único tomó un poco de barro y dio un soplo de vida a esa figurilla para crear a Adán, el primer hombre, y luego de una costilla creó a Eva, la primera mujer. Una cosmovisión extendida en Occidente al menos hasta los descubrimientos que hiciera Charles Darwin y su Teoría de la Evolución, aún cuestionada en nuestros días (más cuando el fanatismo se ha acentuado con fuerza bajo regímenes conservadores).
            En todos estos siglos también surgió un elemento adicional que permitiría entender otra parte de la persona: la naturaleza humana. En sus inicios lo que hoy conocemos como horóscopos (en Oriente y Occidente, independientemente de la cultura) se trató de tipologías sociales definidas a partir de la observación de conductas (tal vez los primeros indicios de la ciencia de la Psicología y Antropología Social).
            Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando se desarrolló de manera científica el estudio de la mente y la conducta humanas y cuyo conocimiento ha dado luz sobre aspectos de nuestra naturaleza que permanecían ocultos. Ingenuo sería pensar que un individuo es únicamente su cuerpo material y el hálito de vida, pues hay muchos otros factores que influyen en la individualidad.
            Una persona es la suma de su cuerpo, su vida y su existencia en conjunto con su espiritualidad, su cosmovisión, su historial familiar, su entorno inmediato, su circunstancia histórica (principio de temporalidad y espacialidad), aunado a su voluntad y su libre albedrío, sin olvidar las decisiones que tome o deje de tomar.
            Todo esto nos configura (y me atrevería a decir que aún más) y, sin embargo, cuando suceda lo que ha de suceder, cualquier trascendencia corre el riesgo de convertirse en el silencio que evadimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario