15 de diciembre de 2019

345. La fugacidad

Hay ciertos días en los que el horno no está para bollos.

         Uno vive demasiado y tan poco al mismo tiempo que de pronto la existencia nos sobrepasa y nos sentimos incapaces (¿de qué, realmente?).
         A veces uno solo necesita que alguien le diga que todo va a estar bien, aunque el mundo se derrumbe en un mar de cenizas que no volverán a dar vida.
         A veces uno quisiera cerrar los ojos y creer que otro mundo es posible, que otra existencia es posible, que esta vida en algún momento fue deseada por uno mismo.
         A veces uno esperaría que las cosas marcharan de otro modo y no estuvieran atascadas como la vida en la garganta.
         A veces uno desearía que lo imposible fuera posible y evitar lo inevitable.
         A veces uno ansía creer que el destino es una mala broma y no una cruel verdad.
         A veces, solo a veces, uno piensa en la fugacidad como la espera última de una existencia insoportable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario