26 de diciembre de 2019

360. La amnesia

Ya he dicho que el alcohol y mi mala memoria se llevan de maravilla, pero si no tomara una sola gota de alcohol también tendría lagunas mentales entre un hecho y otro, especialmente los más recientes. ¿Mala memoria o amnesia?

         Ambas. Comprobado está que el alcohol produce deterioro en las células del cerebro y desgasta muchos tejidos, pero ¿creen que me ha importado? No es que mis recuerdos sean gratos. Contados tal vez los momentos de felicidad, pero ahí están, en medio de una bruma de memorias hostiles que a diario amenazan mi cordura. ¿Por qué habría de desear conservar íntegras todas mis memorias?
         Tal vez la amnesia en algunos casos, como el mío, sean más una dicha y bendición que una condena. Suficiente pesan las memorias (aunque no tengan calorías) como para seguir torturando la mente, el corazón y el espíritu con recuerdos aciagos que únicamente acortarán el deseo de vivir. Y, como ya les he dicho, uno no aspira a desear la vida, al contrario, bastante he escrito sobre esta renuncia a la vida y la existencia, por insoportables.
         No dudo que haya algún recuerdo que se haya perdido en el alcohol o en la mala memoria (a corto, mediano y largo plazo). Ignoro si se trataba de memorias alegres o tristes, hostiles o agradables. Lo cierto es que las memorias que conservo, en su laberinto de conexiones, apenas me resultan soportables sin llegar a perder la poca cordura que tengo.
         Preocupante será cuando esa memoria alcance un grado más grave hasta el punto de olvidar ir al baño. Los médicos han dado por llamarle Alzheimer y no sé si también estoy preparada para una vida sin recuerdos, tratando de vivir cada instante como si fuera el primero, conociendo de nuevo cada rostro, cada nombre, cada aroma, cada sensación, a pesar de los setenta calendarios ya vividos.
         ¿Quién me cuidaría?, ¿en quién podría confiar esa memoria en blanco para comenzar de nuevo, luego de toda una vida ya vivida (a pesar de la renuncia a la vida)? No hay. No existe. Por eso aquí dejo testimonio de mi no-existencia, porque cuando suceda lo que ha de suceder, cuando suceda, mi propio nombre se volverá silencio. Que al menos las palabras me sobrevivan un tiempo.

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