15 de diciembre de 2019

339. La incomodidad

Sabido es que el bienestar es una suma de factores que producen satisfacción y placer. Es un conjunto que nos ofrece armonía dentro de un espectro de posibilidades que se ajustan a nuestro entorno. La falta de alguno de esos factores, por mínima que sea la diferencia respecto al nivel de satisfacción, genera incomodidad.

         En cada persona varía el grado de incomodidad e incluso los factores que generan esa sensación, pues depende completamente de la circunstancia personal (con todo lo que ello implica y que ya he expuesto en las entradas anteriores).
         ¿Qué me incomoda a mí? Tengo una lista:
- El ruido discordante (no es lo mismo el sonido del pasar del tren a las 5 de la mañana que una fábrica donde uno queda aturdido por un ruido sin armonía durante las veinticuatro horas).
- El contacto físico.
- La prepotencia.
- Las diferentes formas de violencia.
- La ofensa del “otro” frente a la franqueza.
- La mentira del mundo virtual.
- El resorte de la ropa interior.
- Una silla a la que falta comodidad.
- El clima en sus extremos.
- Los alimentos con textura viscosa.
- La gente que habla mucho (revelan mucho de su temor al silencio, a escucharse a sí mismos).
- La gente de pocas palabras.
- Las grandes verdades.
- Las pequeñas mentiras.
- La tibieza.
- La aparente superioridad moral.
- El juicio implacable de los “otros”.
- Los fundamentalismos.
- La ligereza del actuar en los “otros”.
- La traición.
- La luz del sol por la mañana.
- Un café ácido que no satisface mi paladar por las mañanas.
Y aunque llevo setenta calendarios con sus lunas respectivas, aún me restan días para descubrir nuevas formas de incomodidad.

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