7 de julio de 2009

Una maduración dolorosa


Crecer en la infancia resulta un proceso lento, ansiado, bastante lejano y un tanto utópico. Es la etapa en la que uno se imagina lo que hará en el futuro, cuando se construyen verdaderos lazos que si se mantienen a futuro, en un tiempo muy muy lejano, podrán estrecharse hasta ser similares a los de la familia. Conforme avanza el tiempo y se abandonan los juguetes por condones, cigarros y alcohol el crecimiento resulta insoportable. Uno desea permanecer en esa etapa en la que no eres ni un menor pero tampoco un adulto; eres algo más rebelde que un joven, pero menos racional. Es una etapa de descubrimiento del mundo, cuando las relaciones se viven con intensidad y se pueden fortalecer o convertir en una tortura posterior. Son los años que nos dan la primera libertad de conocer las cosas por experiencia propia. Esa intensidadde experiencias son las primeras marcas en la línea de la vida, donde se cuentan cicatrices, lágrimas, bellos momentos junto a los amigos de la infancia y los primeros amores. Más tarde, cuando la edad de la responsabilidad y la coherencia llega a nuestras vidas, la juventud hace mella y nos transforma en seres motivados por el futuro. Es el tiempo de pensar en nosotros, la reflexión de nuestra permanencia en el mundo, la continuidad. Muchos permanecen con algunos rasgos de la etapa anterior, y por lo general son quienes nunca consiguen un logro importante, ni siquiera para ellos mismos. Aquellos que logran salvar el mundo del acné y los primeros indicios de cambios hormonales se plantean constantemente un montón de preguntas que hasta el lecho de muerte tendrán respuesta: ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿por qué...?, ¿y si...?, ¿qué será de...? Para llegar al siguiente peldaño en la escala de la vida es suficiente con ser, no aparentar. Las relaciones que permanecen hasta esta etapa ya pueden ser consideradas como barreras que no romperá el tiempo, son los hermanos de la infancia que nunca se tuvieron, que siempre estuvieron ahí, aunque no precisamente ahí... Son la voz que, como Pepe Grillo, siempre motivan a continuar cuando los días se tornan difíciles. Son el impulso extra para alcanzar nuestros sueños, la compañía permanente, el complemente perfecto de un rompecabezas prediseñado sólo para nosotros. Ahora que no estamos cerca, que ya pasamos por la etapa de la universidad e ingresamos al mundo laboral de los jóvenes adultos, las sigo queriendo. Ellas son la sonrisa que se esconde en mi rostro cada vez que las situaciones se tornan en mi contra. Su solo recuerdo me anima, me mueve a continuar. Extraño las etapas que hemos pasado juntos, y sé que a pesar de los días que transcurren en nuestra cotidianidad, cada uno en su centro laboral, ahí estaremos un día de estos, sentados como si nada ante una taza de café, platicando nuestra actualidad y recordando, sobre todo esto último, aquellos tiempos de bonanza... Ojalá que Isaura, Diana, Marlene y Violeta permanezcan; de mi parte, esta quimera las lleva en su sangre ponzoñosa como la savia de un roble...

1 comentario:

  1. Un verdadero amigo es alguien que te conoce tal como eres, comprende dónde has estado, te acompaña en tus logros y tus fracasos, celebra tus alegrías, comparte tu dolor y jamás te juzga por tus errores.

    QUe gusto tenerlos a ustedes a mi lado, aunque a veces estamos lejos...

    Diana

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