Un día, y en ese día, un millón de experiencias. ¿Cómo describirlas?, ¿cómo narrar esa cotidianidad que acontece frente a los ojos y, a la vez, ingresar en la profundidad de la mirada para sondear lo que ocurre en el pensamiento? Espera en el umbral es eso y más. Ha sido un trabajo de más de dos años, de redactar, unificar, borrar, guardar en el baúl y, luego de unos meses, retomar las líneas escritas para llegar a una oración más certera y apropiada.
Esta novela ya no es una sola faceta de esta Quimera Falconiforme. Son 22 conciencias que se entrecruzan en un entramado de emociones; 22 monólogos que hablan de la experiencia interior; 22 corazones que laten por distintos motivos; 22 historias que no tienen historia, sino sólo un instante, y luego nada: el día que debe recrear el lector.
Esta novela ya no es una sola faceta de esta Quimera Falconiforme. Son 22 conciencias que se entrecruzan en un entramado de emociones; 22 monólogos que hablan de la experiencia interior; 22 corazones que laten por distintos motivos; 22 historias que no tienen historia, sino sólo un instante, y luego nada: el día que debe recrear el lector.
Desde el inicio me propuse crear una secuencia de conciencias en las que se presentaran los matices que puede tener una sola idea: el amor. Con el tiempo, en el proceso de escritura, fui perdiendo la piel, como las víboras, y me abandoné al cúmulo de emociones cada vez que me entrego al mundo con todos los sentidos. ¿Cómo es el proceso creativo? En mi caso es una rutina que inicia con una taza de café o té, según el estado de ánimo. Las cosas mejoran si hay un cielo nublado y la luz gris que se cuela por la cortina. Y todo puede ser perfecto con la canción adecuada. Tenía otro «refugio», sin embargo, creo que ya no puedo disfrutar de él porque alguien más ha invadido ese espacio de reflexión.
Además, en el proceso de creación me impregno de muchas cosas: fotografía, pintura, grabados, ensayos, poemas, una tarde en un parque o quizás contemplar el trayecto a casa, en esos traslados cotidianos en los que apenas percibimos cómo se mueve el mundo. Espera en el umbral ha sido tan distinto de Las horas fortuitas... ahora ya no escribo como una forma de escapar de mí; ahora necesito escribir para tratar de comprender, para dar lógica a mis emociones. Y, a pesar de todo, aún me pregunto ¿por qué sigo siendo tan quimérica, tan engañosa, tan flexible, tan mutable con mis emociones, tan secreta y transparente, tan ilusa...
Duele escribir, y es tan placentero que no abandono esa tortura. ¿Cómo podría explicar en palabras lo que pasa en esta cabeza que no cesa de crear historias y todo el día anota en pequeños papeles ideas que podrán rellenar espacios vacíos del rompecabezas? Pienso en la posibilidad, quisiera escapar a esa ficción, la ficción de mi cabeza, y abandonarme a un futuro creado para mí en cada línea. Espera en el umbral también tiene mucho de mí, de estos lazos que he creado con el mundo, de estas ideas que tratan de forjar mi camino.
Al final pesa más la marcha en un sendero de grava y cal, los pies desnudos y las rodillas calvas, como los peregrinos, que a pesar del sufrimiento continúan en el trayecto para «encontrar». ¿Qué espero encontrar al final del camino? Amor ya no, jamás la imagen del espejo.
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