¿Qué tanto conocemos a quienes
nos rodean en la vida cotidiana?
La pregunta salió a flote una
mañana típica, tomando mi acostumbrada taza de café. Repasé mentalmente todos
aquellos rostros que se han cruzado en mi camino y traté de hacer un recuento
de lo que sabía de cada persona.
Sin embargo, abandoné la empresa
a medio camino al darme cuenta de que existe la posibilidad de que todo aquello
que creo conocer tal vez no sea así. Lo mismo pasaría si analizara mi propio
caso: ¿qué tanto me conocen aquellos que me rodean en la vida cotidiana?
Uno puede mirarse en el espejo
cada mañana y encontrar a una persona "conocida" para uno en el
reflejo. Sabemos la verdad; también la mentira de nuestro rostro. Pero en el
fondo de los ojos también habita el secreto, esa "verdad omitida" que
a muy pocos (o a ninguno) hemos revelado. ¿Dónde radica la importancia del
"secreto" en nuestras vidas?
Hace tiempo, en una charla de
café, alguien me dijo que la clave para tener una relación de pareja duradera
es que cada uno se diga la verdad, pero también guarde sus secretos, incluso
con la posibilidad de llevarse los secretos a la tumba.
Esto me llevó a pensar en esa
literatura intimista que muchos han considerado "biográfica" o
"autobiográfica", llámense cartas, diarios, cuentos, novelas,
ensayos... En teoría, ahí, en el texto, deberíamos apreciar esos
"secretos". Ejemplos hay muchos. Sin embargo, creo que a pesar de las
páginas escritas, los autores debieron guardarse algo que, por circunstancias
ajenas al lector, no plasmaron en el texto.
¿Qué es?, ¿qué dejaron oculto a
los ojos del lector?, ¿qué les impidió "confesar" sus secretos en la
escritura?, ¿por qué dejar solo pistas y no algo concreto?
Al hablar desde mi experiencia
como escritor, advierto que la literatura también tiene fragmentos del autor.
Se plasman a menudo de forma involuntaria. En ocasiones, de forma consciente,
el autor deja trazos que conduzcan a esa "verdad omitida". El lector
debería reunir las piezas. Interpretar para "saber", para
"conocer".
En mi caso, la escritura ha sido
un vehículo para expresar el pensamiento y la emoción; sin embargo, hay pasajes
que sólo llegan al esbozo de lo que en realidad es: una quimera imposible de
trasladar al lenguaje escrito. La verdad yace entre líneas, pero el secreto
permanece. Únicamente un lector avezado podría rasgar el velo de la apariencia
para llegar a esa verdad omitida.
No obstante, continúa la
pregunta: ¿por qué dejar solo pistas y no algo concreto?
La verdad para muchos resulta
demasiado, tan difícil de expresar, tan complicada para ser confesada... Lo
mismo pasa en la mente de cualquiera: hay cosas que, por voluntad, deben
permanecer en el secreto. De lo contrario, ese secreto cambiaría la perspectiva
con la que somos vistos por los otros, aquellos que nos rodean.
La verdad omitida es un monstruo
encerrado en las cavernas del secreto. Nos quita el sueño por aterradora, por
invasiva, por diferente a la imagen reflejada en el espejo. La mentira es un
secreto, pero no todo secreto es mentira.
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