No fui suficiente. En todos estos
años no he sido suficiente. Y de noche, cuando se escucha el rumor de lo que
fue el día, mi mente aún se pregunta si alguna vez seré suficiente. Pienso en
todas las posibilidades, reales y ficticias, para “llegar a ser”. Así vivo mi
insomnio.
Entonces
llega un momento en que decides lanzarte al vacío, sin algo a qué aferrarse, en
espera de que todo termine. Pero ¿cómo explicar ese “todo”? Quizás este
presente, aunque ¿qué es el presente más que un cúmulo de circunstancias? Tal
vez dependía de mí, pero mi mente (enferma) me lleva por caminos de sabor
amargo.
Alguna
vez tuve un nombre, un rostro, una sonrisa clavada en ese rostro. Hoy soy
escombro, una ruina latiendo entre las calles, silueta frágil a punto de
extinguirse. Me cuesta permanecer, saberme “aquí y ahora”, una sombra ocupando
un lugar en este mundo. Porque a final de todo, ¿para qué?
Poco
a poco he borrado mi nombre de la boca de la gente. Condeno mi imagen a vivir
en el exilio. Y quizás el recuerdo permanezca, fragmentario, quebradizo, la
evocación de un Todo que no llegue a consumarse. Ya no pretendo aferrarme al
corazón del “otro”.
Hay
quienes insisten en que tome medicamentos para integrarme al mundo. Claro, para
ellos es más fácil que nosotros (las mentes condenadas por la enfermedad, como
los “hijos de Ana”) sometamos lo que ocurre dentro para adaptarnos a una
realidad por mayoría. ¿Para qué salir de una zona de confort? Pero ignorar la
realidad propia también tiene su riesgo.
Una
persona no solo es la consecuencia de sus decisiones, también es el peso de las
circunstancias que le rodean. Y aunque muchos dirán que tuve todo para “ser
feliz” (cualquier cosa que eso signifique), la idea de felicidad se difumina en
cada individuo. ¿Por qué imponer a los demás un modelo que solo funciona con
uno mismo? Tal vez porque, en el fondo, deseamos que ese “otro” sea un “yo
mismo”. Hay afinidad, cierto, pero nunca habitarán la misma piel.
Ahora
que lo entiendo, en este instante, ya sin fuerza para resistir, ahora me dejo
caer en el abismo que me llama a casa. Me dejaré vaciar en los rincones, ahí
donde las voces aún me habitan. Y buscaré mi nombre, mi propio rostro, con la
inquietud de no saberme más que humo, niebla, sombra, nada.
No te dañes así busca la luz, valorate tu eres importante quierete. Todo está en tu mente tu puedes salir de ese abismo que te esta destruyendo lentamente por favor empieza a correr hacia la vida otra vez.
ResponderEliminarEntiendo tu tristeza. Creo que podes aferrarte a algo mas y vivir de una forma diferente, una mejor forma. Hay ayuda por doquier y tu capacidad es conforme para pensar mejor.
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