26 de octubre de 2019

239. El no-hombre


Hace unos años (bastante ya) leí por primera vez a una poeta colombiana-chicana de nombre Tatiana de la Tierra (al menos su seudónimo, porque su nombre de nacimiento era Tatiana Barona Restrepo, hoy en paz descanse). Conocí su obra, primero, a través del poema “Píntame una mujer peligrosa” y desde entonces me enamoré de su escritura.

         Años más tarde conocería su segundo poemario-prosa: “Para las duras: una fenomenología lésbica” y en cada poema-prosa descubrí otras formas de “ser”, aunque uno de sus escritos me quitó la venda de los ojos sobre las diferentes posibilidades en torno a la identidad, la sexualidad y la existencia humanas.
         Pensando en tipologías, como aprendí de la semiótica, este poema nos ofrecía un panorama donde existirían dos categorías principales: “mujer” y “lesbiana”, con sus opuestos/complementarios “no-mujer” y “no-lesbiana”. De aquí se derivarían múltiples combinaciones, a cual más de complejas, como “hay mujeres que nacieron no-mujeres y se hicieron mujeres y son lesbianas”.
         Pero en toda esta simbología derivada de las tipologías no figuraba el hombre. Había mujeres o no-mujeres, y podíamos entender estos escenarios a partir de la transexualidad, aunque en el fondo se resumía a las relaciones entre el “ser mujer / ser no-mujer” y “ser lesbiana / ser no-lesbiana”.
         La misma ecuación podría aplicarse a la categoría tipológica del “no-hombre”. Por un lado, tendríamos el “ser hombre” y en su opuesto/complementario el “ser no-hombre”, con su categoría respectiva en torno al “ser gay” / “ser no-gay”.
         En el mundo moderno ha sido tan complejo asimilar que existen identidades fuera del binarismo “hombre-mujer”, porque muchos (la mayoría, lamentablemente) dan por sentado que únicamente existe ese binarismo, sin pensar que hay identidades que escapan a esa concepción, identidades trasgresoras que ponen en tela de juicio los postulados que construyen las sociedades.
         El no-hombre, aunque en rezago, continúa como una nueva identidad que cada vez se define más y amplía el espectro que conocemos sobre la diversidad. Incluso en la pornografía existen categorías específicas para el no-hombre y sus diferentes combinaciones con la sexualidad de “los otros” o de sí mismo.
         Pero este espectro aún escapa del entendimiento de la mayoría. También en la identidad como personas, jamás habrá certeza sobre lo que ocurre con “el otro”. Nunca se experimenta en cabeza ajena.

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