27 de octubre de 2019

250. La procrastinación


Curioso me resulta que en este siglo XXI se ha generalizado una práctica de dejar para después las cosas del día a día: la procrastinación, ese “mal” de nuestros tiempos en que las cosas se dejan “para luego” y terminan por resolverse (en el mejor de los casos) en el último momento, mal hechos y con poca voluntad.

         Bendito tiempo que no perdona y se las cobra con intereses cuando “el momento” se deja pasar. Por ejemplo, esta mañana sé que tengo que lavar ropa, como cada fin de semana, independientemente de mi estado de ánimo. Si yo me dejara ir por mi estado de ánimo, postergaría esa tarea doméstica para otro día, quizás el siguiente fin de semana, con la posibilidad de que nuevamente enfrente circunstancias similares y así seguiría hasta que llegara el momento en el que no tuviera más ropa limpia.
         El problema de llegar a ese grado es que ya no tendría que lavar una sola tanda de ropa, sino varias, por todas las semanas que dejé que se acumulara la ropa sucia. Y lo mismo pasa con otras actividades, desde las tareas de estudio o los pendientes de trabajo, la jardinería, el mantenimiento del hogar, el cultivo de las relaciones sociales, un amor.
         Creo que existe poca conciencia sobre la administración del tiempo, porque tiempo solo hay uno y evadir un momento de responsabilidad por entregarse al ocio (o cualquier otra cosa) en lugar de asumir esa responsabilidad solo posterga el momento de realizarla, aunque implica una acumulación de momentos que nos llevará a emplear mayor número de minutos, horas o días en ejecutar esa acción.
         ¿Qué tan importante es evitar postergar las tareas que se presentan en el momento? Pensemos en la salud. Si yo sé que en tal fecha, a tal hora, tengo una cita médica de seguimiento de una enfermedad o padecimiento y la delego para otra ocasión, como minimizando la importancia que pudiera tener, llegará el momento en el que tendré que acudir más por obligación que por voluntad porque quizá no atendí en su momento algún malestar que por X razón pensé que no era grave.
         Así se podrían evitar muchas muertes en casos de enfermedades prevenibles, pero como vivimos sumergidos en una cultura de la postergación, donde damos mayor importancia a cosas que tal vez no lo son, estamos expuestos a ese tipo de circunstancias.
         Revertirlas dependerá de quitarnos esas prácticas y volver a los tiempos de la disciplina y la responsabilidad, incluyendo la administración del tiempo. Pero como soy una loca alcohólica, nadie me prestará atención. Seguiré riendo de su necedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario