26 de octubre de 2019

240. La gitana


Confieso que nunca llegué a leer “Nuestra Señora de París”, de Víctor Hugo (fui más afecta a leer su poesía), aunque vi la adaptación de Disney titulada “El jorobado de Notre Dame” y era muy llamativo el personaje de Esmeralda, una gitana de la Francia de mediados del siglo XVIII que simbolizaba la insurrección de los pueblos en torno a un régimen.

         La versión de Disney, estoy segura, matizaba algunas escenas de la versión original del libro, especialmente aquellas que involucraban la lascivia del archidiácono Claude Frollo y sus pensamientos de lujuria sobre la figura de Esmeralda, gitana, aunque migrante en el fondo de la historia.
         Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que gitana es un término empleado para referirse a quien “tiene gracia y arte para ganarse las voluntades de otros”, y en cierta forma esta definición (de las varias que acepta) se adapta a la figura de Esmeralda y su capacidad de persuasión, encanto y gracia para convencer al “otro”.
         Otra representación de gitana que me viene a la mente es la interpretación de Cher con el tema “Gypsys, tramps and thieves”, que comienza por retratar un estereotipo de gitana: sensual, cabello chino y abundante, piel oscura, saliendo de una carreta para reflejar la tradición nómada (migrante) de los gitanos, a la luz de la luna y con escenas superpuestas de una hoguera.
         Más recientemente conocí a una cantante española llamada Rosalía, cuyo disco “El mal querer” es una especie de reinterpretación del flamenco y algunos visos de sus orígenes en la tradición gitana-marroquí que ha caracterizado a la península española.
         La diferencia es que da cuenta de las diferentes violencias que han llegado a vivir las gitanas y las reinterpreta con una visión feminista del mundo bajo la tradición española, un mundo aún sujeto a tradiciones que asfixian a la mujer, independientemente de que tenga raíces gitanas o no.
         Pienso en tantos filmes que tratan de representar a gitanas (así como aquellos que involucran a mujeres practicando el vudú) y que son un intento de construir nuevos estereotipos en torno a esta figura, aunque prevalece ese rasgo de persuasión y gracia para convencer y agradar, aunado al velo mágico sobre las artes de la adivinación, la brujería y la sabiduría ancestral de la feminidad.
         Comparto algunos elementos con esta idea del ser gitana, aunque mi vida ha estado marcada por otras circunstancias. Ofelia no es un nombre para gitana.

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