Enfrentarse a una hoja en blanco resulta una tarea más complicada de
lo que parece. Aunque dispongamos de todas las palabras del mundo, uno se
devana los sesos tan solo con la primera línea. ¿Por qué la escritura genera
este “conflicto”? Por lo regular, cualquier tipo de texto requiere un esfuerzo
para ser escrito. En el fondo, llamamos “inspiración” al momento en que la
escritura cobra lógica en nuestro pensamiento y somos capaces de vaciar su
contenido en la hoja en blanco, ¿pero dependeremos de la “inspiración”
necesariamente para escribir?
Ojalá hubiera una
fórmula mágica para que la escritura fuera un proceso más fluido, quizás menos
“atropellado”; sin embargo, creo que eso demeritaría el trabajo propio, que es
donde radica la huella que uno imprime al escribir. ¿Qué nos detiene frente a
la página en blanco? Curiosamente, de esta pregunta surgen muchas posibles
respuestas. Lo primero que se me ocurre es el miedo a ser leídos. ¿Será una
especie de “pánico escénico”? Tal vez, aunque sería difícil asimilarlo cuando
se trata de un texto escrito.
¿Entonces qué, dónde
radica ese aparente “miedo” a la hoja en blanco? Quizás en el miedo a la
crítica, consecuencia de ser leídos. Pero si eso fuera determinante, no se
hubieran escrito todos los libros de los que disponemos en la actualidad. El
miedo a la página en blanco es un síntoma que ha existido desde que tenemos la
escritura como medio de comunicación. Sería un error pensar que ya todo está
dicho, como afirman varios autores del siglo XX. De ser así, ¿por qué se sigue
escribiendo?
No han sido pocos
quienes me han pedido consejos, hasta impartir talleres, para desarrollar la
escritura. Lamento decepcionarlos. Para mí, la escritura es un proceso de
autodescubrimiento que uno debe desarrollar por voluntad. Si bien hay talleres
que representen una guía para la escritura, es fuera de los talleres que uno
encuentra su “marca”. Yo solo podría limitarme a hablar de mi experiencia, que
coincidirá con la de otros escritores o tal vez no. Hasta en eso hay una
extensa gama de matices.
Si alguien me
preguntara en este momento cómo vencer el miedo a la página en blanco, mi
primera sugerencia es tener en mente que ese espacio en blanco es una
oportunidad, no un obstáculo. Esa página debería permitirnos materializar en
palabras la visión del mundo en la mente de cada persona. Por eso insisto que
no todo está dicho. Tal vez se haya escrito sobre todos los temas del mundo,
pero no es el mismo mundo que el que ven A, B o C, porque cada uno ha vivido
circunstancias diferentes y cada uno tiene una forma distinta de expresarse.
¿Que entonces surge el
miedo a “no gustarle” al lector? Me pregunto: ¿deberíamos limitarnos al “gusto”
del lector (¿qué tipo de lector?)? La escritura, desde mi perspectiva, es un
abanico de posibilidades que no se cierra únicamente a esto. También creo que
el lector más afortunado es el que “descubre” un texto, aunque el mundo
editorial es casi como la industria de la moda: mucho más complejo de lo que
aparenta.
Y, sin embargo,
seguimos en el mismo punto: ¿cómo perder el miedo a la página en blanco? La
respuesta parece obvia: se trata de escribir, de formarse el hábito de
escribir, de leer y re-leer lo escrito, de leer y re-leer lo que otros han
escrito, de dejar en reposo un texto y retomarlo al cabo del tiempo para
analizarlo con otros ojos, tal vez con más experiencia o menos telarañas en la
mente, pero no abandonar el hábito de escribir.
Antes la gente solía
tener un diario, a veces con entradas tan distantes en el tiempo, o escribía
cartas para comunicarse. ¿Ahora qué? La tecnología nos limita a 140 caracteres.
Escribimos el momento, no la memoria. Describimos el instante (el estado), no
la percepción del instante (el estado). Si bien la tecnología nos permite una
comunicación más efectiva e inmediata, también nos ha “inutilizado” para
comunicar situaciones más complejas que no pueden limitarse a 140 caracteres.
En definitiva, tenemos
miedo a la página en blanco, pero a de los 140 caracteres que leerán miles
(¿millones?) de contactos alrededor del mundo en un instante. Esta es mi
lectura de la vida moderna.
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