1 de abril de 2019

89. El color


A menos que nos sorprenda por su intensidad, por lo regular los colores pasan desapercibidos y no son procesados por la mente como un atributo de la materia. Incluso se ha desarrollado una especie de psicología del color que pasa inadvertida en nuestro día a día.

         Los ojos, el sentido de la vista, cuando se dice que funcionan de manera óptima, pueden capturar eso que llamamos color y que puede ser una ilusión o una verdad que damos por hecho sin cuestionarnos por su naturaleza.
         El azul era color mucho antes de ser nombrado “azul” y, sin embargo, fue etiquetado para distinguirlo de otros colores, incluyendo sus matices de acuerdo con sus grados de luz y sombra y sus combinaciones con otros colores: azul acero, azul cielo, azul turquesa.
         No obstante, hay ocasiones en las que un mismo color pone en duda la percepción de las personas. Hace un par de años tuvimos un ejemplo: un vestido cuyos colores eran percibidos por algunos como blanco con líneas doradas, otros decían que era azul con líneas color ocre, unos más decían que era negro con rayas blancas.
         Pero volvamos a eso que han llamado psicología del color, una ciencia inexacta a la que recurren con bastante frecuencia los mercados para motivar el flujo de dinero. Atribuimos a los colores la capacidad de generar conductas en los individuos, desde el rojo vinculado con la violencia, el peligro y la seducción, hasta el blanco como la pureza y el llamado a la paz.
         Rojo, café y mostaza también son empleados en negocios de venta de comida porque se cree que estimulan el apetito, mientras que el verde, el dorado y el amarillo fomentarían el dispendio. Colores fríos, colores quebrados, colores cálidos, colores básicos, tenemos una extensa gama con ligeros matices que solo un ordenador podría distinguir.
         La vida también podría tener estos atributos de color. Mi vida ha transcurrido en espacios de luz y sombra que se superponen para velar las memorias y como vienen a flote bajo otro lente. Una vida gris, también en sus matices, hasta colores opacos una vez en la edad adulta. Colores que conviven con algunos rayos de luz que en su blancura dejan ver esos tonos con otra intensidad.
         Es una forma un poco bella de ver la vida: podríamos tener un camino de colores opacos y, sin embargo, estos cobran mayor intensidad (podríamos decir que “se llenan de vida”) cuando un rayo de luz los penetra. Así, un rojo óxido puede convertirse en rojo bermellón con mayores grados de luz, pero eso no evita que el rojo deje de ser rojo.
         Añadimos color a la vida porque la existencia gris resulta monótona.

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