9 de abril de 2019

97. La cosecha


Muy conocida es la expresión “uno cosecha lo que siembra”, empleada en especial para casos en los que se quiere dar a entender que uno mismo es responsable de su presente como consecuencia de las decisiones y omisiones del pasado.

         La expresión encierra una parte de verdad, pero siempre es conveniente analizar otros matices porque tal afirmación equivaldría a otra expresión muy socorrida en estos tiempos de democracias maniqueas: “son pobres porque quieren”. Y, sin embargo, la pobreza también responde múltiples circunstancias y factores que no dependen de la voluntad de la persona.
         Detrás de las historias de éxito se esconde un entramado más complejo, desde un sistema patriarcal de privilegios (en especial si consideramos el color de la piel en un mundo que clasifica a partir de los rasgos físicos), un sistema económico que genera grandes brechas de desigualdad (más allá de la añeja brecha entre hombres y mujeres en múltiples aspectos de la vida), un sistema educativo que refuerza estereotipos y sesga la igualdad de oportunidades, la corrupción e incluso lucrar con el dolor de las historias de superación y ”éxito”.
         Más elementos pueden encontrarse si analizamos más a fondo. Me vienen a la mente esas personas que van por el mundo dictando “conferencias”, que no son más que testimonios de cómo superaron la miseria de la vida (con fe, con fuerza de voluntad, con esperanza, con trabajo...) y hoy se dedican a “inspirar” a otras personas a ser “triunfadores”.
         Patrañas. Lo que no dicen es que lucran con sus historias de miseria, que ese recurso que ingresa cada vez que hacen llorar al auditorio les permite un estilo de vida más despreocupado, a tal grado que desde su posición de privilegio (porque lo es) se sienten con la autoridad moral para afirmar que “uno cosecha lo que siembra”.
         Sí: uno puede cosechar frustraciones, angustia, falsas expectativas, mentiras y desengaños. Al final, el dedo inquisidor que afirma que “uno cosecha lo que siembra” dirá que todo ello es producto de nuestras decisiones y omisiones, de la falta de voluntad para salir de la situación en la que vivimos anclados.
         Pues su expresión me la paso por el arco del triunfo. Mi cosecha es un campo seco donde las semillas ni siquiera llegan a germinar porque este terreno no sirve para sembrar. Al contrario, tanto rencor, tanto resentimiento, tanto abandono, tanta renuncia hacia la vida y la existencia hicieron de esta tierra un barro para crear, pero no para sembrar.
         En el hueco saber de mi cabeza contemplo el barbecho con ojos de desencanto. Aquí no hay lugar para la siembra. Por eso el silencio que se lleva el viento: ni las aves se detienen en su vuelo.

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