9 de mayo de 2019

128. La tortura


Al escuchar la palabra “tortura” la mayoría de las personas nos remitimos a los métodos empleados durante ciertos periodos de la historia, especialmente el dominio de la Santa Inquisición en territorios católicos, para castigar el pecado y purificar a las almas.

         Es una muestra del ingenio de la humanidad para aplicar la ciencia en la prolongación del dolor y la agonía, justificada bajo ideales que se imponen universales, cuando la realidad dista mucho de ser universal, pero incluso a lo largo de la historia la tortura ha tenido cambios y se ha adaptado a la dinámica de los tiempos en los que sobrevive.
         Pasamos del control sobre las necesidades básicas del ser humano, como el sueño o la alimentación, a la generación de malestar sobre la persona objeto de tortura al infligirle un daño que en una primera etapa era reversible y luego se tornó en una práctica que aceleraba el proceso de la muerte, prolongando los instantes de agonía y dolor.
         Durante esta, digamos, evolución de las prácticas de tortura también se desarrolló una especie de psicología del placer en torno al dolor que derivó más tarde en una clasificación de la psicología como “sado-masoquismo”. En todo caso, se trataría de relaciones de poder entre el verdugo y la persona objeto de tortura.
         Distinguimos al menos dos tipos de prácticas; por una parte, las externas o físicas que se concentran en infligir un daño al cuerpo, mientras que en la otra parte encontramos prácticas que van hacia lo interno, desde la psicología, que se enfocan en la deshumanización de la persona a fin de que pierda cualquier sentido de identidad, pertenencia y voluntad para vivir y para existir.
         Estas prácticas han sido muy recurrentes a partir de la Primera y Segunda Guerra Mundial, basadas en algunas prácticas ya ejecutadas durante los siglos XVI al XVIII para obtener una confesión. De ahí el desarrollo de técnicas de espionaje que involucran la resistencia a cualquier tipo de tortura (física o psicológica).
         ¿He vivido la tortura? Todos la vivimos en el día a día viviendo en estos sistemas político económicos. El trabajo es un ejemplo de tortura para los tiempos que transcurren. Y ciegamente muchos creen en la promesa de éxito y felicidad a través del poder económico.
         He vivido lo que pude soportar. He sido rebelde durante mucho tiempo, pero me cansé de luchar contra un monstruo más grande que mi voluntad. La humanidad está condenada a extinguirse, mientras tanto prolongará la agonía de quienes aún vivimos hasta que sea el final de los tiempos.
         No me preocupa mucho. La vida también te curte.

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