10 de mayo de 2019

129. La vida


La vida duele. Así dijo mi madre, hace mucho, envuelta en los aromas del fogón. Y cada una bebió de su silencio, de la noche tostada en el comal, remojando las palabras en el caldo. Nadie pudo cuestionar.

         Había dolor en el mendrugo de pan, en la cazuela con frijoles y en la tortilla con sal. Había dolor en la aspereza del petate, en las manos curtidas por la tierra, en los ojos hambrientos de horizonte.
         Dolor había en cada despertar, con cada paso, el pie descalzo para andar. Y en la ruta del dolor el tiempo transcurría. Hoy que no queda más camino me atrevo a cuestionar.
         La vida pesa, estremece, bifurca los caminos, se abre al mundo en bello ramadal. En su verdad, mi madre hablaba de algo diferente: “ser mujer” es lo que duele.
         Y es verdad: la vida pesa, estremece, bifurca los caminos en bello ramadal, pero al final s un estorbo, la sombra que no ceja en su intento de vivir. “La vida duele”, decía mi madre en su sabiduría ancestral.
         “La vida duele”, verdad obtusa en mi sueño matriarcal, fonema oculto en los hilos del telar. Porque por qué pregunta la ignorancia, cuando ignorante es quien pregunta (grita, exige) por la vida que no se manifiesta.
         Aquí dejo testimonio: la dura cama, más cruel que la última morada; alguna taza olvidada en un café, al fondo el remanente del futuro; aquí las líneas de mis manos que en su aspereza esperan, luego invocan y cambian el destino (canoso ramadal tan azaroso) porque la vida duele y quien afirme lo contrario pensará también que por mucho madrugar uno vive demasiado.
         Y in embargo duele la vida en el umbral, la espera de las manos (ceniza matriarcal), decía mi madre y lo confirmo: que todo pasa y permanece, se transforma y vuelve a su estado original.
         Así tenga la cuenta de los días, incluso muerta y más allá, cuando suceda lo que ha de suceder, la vida no deja de doler. Y si la vida duele, eterna, a cada instante, latiendo al compás del corazón, ¿cómo duele atascada en la garganta, aquí dentro donde nada sucede en mi silencio?
         ¿Cómo duele atragantarse con la vida, vivir deprisa, con todo el valor de los segundos? Porque hay quienes afirman que solo se vive una vez y una vez la vida entera, porque el dolor resulta demasiado (tal vez tan poco, insuficiente), incapaces de vivir en duelo.
         Pero la vida duele, así sea una en un millón, porque jamás se aprende de la risa: se aprende de los golpes de la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario