26 de mayo de 2019

146. La motivación


Pasión, deseo, pulsión, inspiración, motor, movimiento. Son otros nombres con los que se ha conocido la motivación, cada uno desde su propio marco teórico, aunque definen las partes que la integran.

         Ya desde la Grecia clásica los grandes filósofos nos hablaban de algunos conceptos vinculados con la motivación, entre ellos Sócrates, Platón y Aristóteles, sin olvidar a Heráclito y Pitágoras. Su visión de la motivación era más una fuerza que ponía la vida en movimiento para trasladarse hacia determinada circunstancia.
         Esta visión ha sido retomada a lo largo de la historia, hasta el siglo pasado en el que otras ciencias, como la Psicología y la Filosofía, hablaban de una motivación como el esfuerzo que se realiza por aspiración personal para lograr un objetivo.
         Coincido más con esta visión que con la actual, en la que el concepto se ha pervertido a tal grado que se confunde la motivación con la somatización de la mente para engañarse a sí mismo en busca de una estabilidad interior que conduzca a esa otra idea (también pervertida) de “felicidad”.
         Tal vez en algunos casos la motivación sea más compleja de asimilar, como en la escritura. Para un escritor (o escritora, por aquello de los discursos de equidad incluso en el lenguaje), la motivación parece distinguirse de la inspiración en que la primera se vincula más con un factor interno para hacer algo, mientras que la segunda se trata de algo externo. En ambos casos, el resultado puede derivar en una experiencia positiva o negativa.
         Y, sin embargo, podríamos estar en un error según la perspectiva, la circunstancia y el caso específico del que se hable, aunque en algo sí existe una coincidencia: la motivación o la inspiración tienen que ver con el movimiento, alejarse de la estasis, cambiar de circunstancia, crear (de manera positiva o negativa, porque también la destrucción es creación).
         La vida requiere motivación para ser, pero también necesita inspiración para crear. La vida puede ser, incluso sin tener inspiración. Puede crear, a pesar de no tener motivación. Pero no puede ser sin motivación ni crear sin inspiración.
         Estoy un poco ebria al escribir estas líneas, pero confío en darme a entender. ¿Me motiva algo para que la vida pueda ser?, ¿tengo inspiración para crear más allá de lo que me ofrece la propia vida? Recuérdese que vivo a pesar de mí, sin voluntad (la voluntad puede ser otra forma de motivación), negándome a la existencia porque me resulta insoportable.
         ¿Tienen sentido la motivación y la inspiración cuando se renuncia a la vida? Cuando suceda lo que ha de suceder, tendré mi epifanía.

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