1 de junio de 2019

149. El rompecabezas


No sé quién inventaría los rompecabezas y por qué le denominarían así, pero es una buena metáfora de la vida que se manifiesta en partes y solo al final de la existencia entendemos el motivo que integran las piezas acumuladas, aunque siempre existe la posibilidad de que falten piezas.

         Pienso en el periodo Clásico de la antigüedad, cuando surgieron los primeros mosaicos con pedazos de cantera de diferentes tonalidades, aunque bajo una misma gama de tierras y ocres, piezas que siglos más tarde tendrían un vistoso colorido al añadirles pigmentos.
         Se trataba de un trabajo artesanal, artístico por sobre todas las cosas, donde se involucraba la creatividad, el ingenio y la técnica para componer bellas piezas a partir de fragmentos colocados poco a poco.
         Y aunque la imagen que usualmente tenemos de un rompecabezas es un escenario dividido en fragmentos de cartón o madera para componer una especie de mosaico, existen otro tipo de rompecabezas más complejos, como los elaborados en Oriente y que involucran la solución de problemas a partir de la lógica y la matemática.
         Este último tipo de rompecabezas se trata de elaboradas figuras, por lo regular de madera, donde se combinan cuerdas o metales dispuestos en un nudo y que a partir de una secuencia lógica y matemática deben separarse o generar una nueva figura.
         Siempre he considerado al rompecabezas como el regalo ideal para la infancia, independientemente del sexo del menor, porque se trata de un juego para desarrollar habilidades y destrezas que les preparan para un pensamiento lógico y matemático en la solución de problemas, incluso de la vida cotidiana.
         Recuerdo que mi primer rompecabezas fue en mi primera infancia. Tendría seis o siete años. Se trataba de una pintura de un sembradío de sandías, escenario dividido en más de dos mil piezas con tonos y siluetas muy semejantes, por lo que fue una proeza terminar de armar el rompecabezas en al menos seis meses.
         Y sin embargo pasados los seis meses nunca pude encontrar una pieza ubicada cerca de la esquina inferior izquierda. El rompecabezas siempre estuvo incompleto y ahora viene a mi mente como una metáfora de la vida. Han pasado los años, las décadas, casi un siglo, y en todo este tiempo he tenido la sensación de que a mi vida le falta una pieza que no he podido encontrar.
         Cuando suceda lo que ha de suceder quizá tenga mi epifanía sobre ese rompecabezas que es mi vida, o quizá no. También es probable que cruce el umbral sin conocer finalmente la pieza que hacía falta a mi vida.

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