1 de junio de 2019

150. La mano


Quizá una de las partes del cuerpo humano que más me maravilla sea la mano (las manos) porque es una de las principales aristas que te conecta con el mundo, principalmente a través del tacto. Se dice que en la palma de la mano está escrito nuestro destino y, sin embargo, ese destino cambia conforme cambian las líneas en la palma de la mano (un absurdo si tomamos en cuenta la libertad de elegir o la predisposición a realizar aquello que esperamos que suceda porque algo más lo dice).

         Curioso es que las primeras manifestaciones de pinturas rupestres incluyeran impresiones de diversas manos en las cavernas, impresiones que más tarde irían acompañadas de otras figuras y escenas que daban cuenta de su entorno habitual (especialmente la cacería).
         Las manos crean y destruyen, representan violencia y bondad, lucha y resistencia. A lo largo de la historia las manos han recogido diferentes símbolos y significados que hoy nos parecen habituales, desde ser la mano izquierda o derecha para alguien más, la mano que mece la cuna, echar una mano como apoyo para alguien más, estar en buenas (o malas) manos, una mano como capa de alguna sustancia que se imprime sobre otra superficie, “mana” como parte de los códigos LGBT+ para referirse a una amistad que ha superado el binarismo de género...
         Hay tantas implicaciones sobre las manos que no sabría en qué centrarme para hablar de ellas. Tal vez las manos que más me vienen a la mente son las de Rosario Castellanos en una fotografía de un autor que en este momento no recuerdo. Se trataba de una imagen a blanco y negro, aunque la intensidad del negro en esas uñas sugerían que se trataba de un tono púrpura o alguno más igual de intenso.
         Dispuestas una sobre la otra, un anillo engarzado en uno de los dedos, eran solo unas manos que decían tanto y tan poco en sus formas. Al verlas, pensé en la dueña de esas manos, una escritora que redactaba en una máquina de escribir, intelectual, tal vez manos de secretaria (en mi idealización de una secretaria), sin rastros de labores domésticas reflejadas en otras manos curtidas por la cocina.
         Miro mis manos y pienso en lo mucho que han cambiado con el tiempo, desde tener mugre entre las uñas durante tanto tiempo, hasta lucir sendas arrugas y manchas de paño luego de tantos años en esto que han llamado vida. Mis manos han creado y han destruido, han ayudado y también negado la ayuda, han tocado y evitado cualquier contacto.
         Mis manos, que han acariciado el agua del Usumacinta y las olas del Pacífico, imaginando cómo sería tocar el agua del Mediterráneo. Mis manos curtidas por el tiempo y por la vida, reposando sobre mi pecho en espera de que suceda lo que ha de suceder. Mis manos que también se volverán silencio cuando apague la llama que se extingue cada día.

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