29 de junio de 2019

177. La crisis


Pienso en el punto de ebullición en el que el agua hierve y me imagino las moléculas de hidrógeno y oxígeno agitadas por el calor en una masa líquida que se evapora. La vida también tiene sus momentos de ebullición. Crisis. Salir de ellas es como apagar el fuego que mantiene el hervor.

         En cada individuo varían su duración, aunque la constante es sentirse como en un pozo bajo la lluvia y que poco a poco se va llenando, nos angustia, incluso entramos en pánico porque el pozo se llena y no podemos salir de él. Algunos mantienen la calma aunque tengan el agua hasta el cuello, sin embargo, otros no sobreviven.
         Ya hace algunas semanas hablé de la catarsis ante una crisis, especialmente en ciclos de siete años que marcan cada etapa de nuestras vidas, al menos desde mi perspectiva, y cada crisis se afronta de manera diferente porque en cada etapa somos distintos, la vida nos ha curtido en variadas formas que nos pueden llevar a tomar determinadas decisiones.
         No obstante, sigo pensando en la crisis y esa sensación de estar en un pozo que se va llenando de agua, uno sin saber nadar, con una angustia creciente que nos inmoviliza, bloquea nuestro pensamiento lógico y por un momento (puede ser un instante) llegamos a perder los estribos para asomarnos al abismo y mantenernos en la frontera, en el límite de la indeterminación, con el vértigo ante el vacío que se abre ante nosotros.
         Sé que son muchas imágenes que se superponen en esta idea de crisis. Es mi perspectiva desde la locura en la que habito (o me habita, ya no lo sé). Se ha dicho que no hay mal que dure cien años, del resto del dicho difiero.
         Una crisis no puede prolongarse durante toda la vida. Tiene sus momentos de altibajos. De prolongarse, nos coloca en el patíbulo y aprieta la soga para asfixiarnos. Así se han perdido muchas vidas y aunque existan señales evidentes para “los otros”, a la modernidad le incomoda el dolor ajeno.
         Aunque la depresión sea el gran mal del siglo XXI, la individualidad del ser ha llegado a tal grado que se incrusta en el pensamiento de las mayorías esa idea de que “si no me afecta, no me incumbe”. Por eso insisto que a este mundo, a esta época, le hace falta empatía ante el dolor ajeno.
         ¿He vivido crisis? Sí, varias, cada una de forma diferente. Pero en todas se ha mantenido ese tedio por la vida y mi repugnancia por la existencia. Me he negado a “ser” y he sido al negarme a “ser”. Así de contradictoria es la vida y te curte con cada crisis. ¿Karma? No, la vida solo te devuelve las atenciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario