30 de junio de 2019

180. El funeral


Hay actos simbólicos para “dejar ir”. Ignoro en qué momento de la historia surgieron los primeros rituales para despedir a los muertos. Intuyo que fue en un periodo simultáneo a las primeras pinturas en las cavernas, cuando la humanidad ya tenía conciencia de sí misma y comenzaba a proyectar de diferentes formas ese paisaje interior en torno a sus impresiones sobre el mundo.

         Hay tres momentos que vienen a mi mente cuando pienso en el ritual del funeral. El primero me remite invariablemente a la antigüedad, cuando griegos, romanos y egipcios llevaban a cambo ceremonias para despedir a los muertos, cada una de acuerdo a su visión de mundo.
         Mientras en Grecia se construían piras funerarias para incinerar los cuerpos, en Roma había panteones especiales donde se depositaban dichos cuerpos y en Egipto se hacían rituales ceremoniales para momificar los cuerpos y conservarlos para la posteridad, rituales que incluían la disección y extracción de órganos, así como el embalsamamiento a partir de aceites fabricados especialmente para la conservación de los tejidos que serían encapsulados en una especie de caja bien sellada.
         Resulta curioso que en las tres culturas, independientemente del método que utilizaran para un funeral, si se trataba de un personaje destacado por sus hazañas o su linaje, sus restos reposarían en enormes construcciones a la altura de su renombre. De ahí surgieron los mausoleos, tumbas monumentales y pirámides.
         Parte de estos rituales fue retomado durante la Edad Media y en siglos posteriores, con pompas fúnebres que rendían homenaje a los personajes fallecidos, velados en enormes catedrales con rituales majestuosos (algunos a gran escala), para después depositar los restos en tumbas muy elaboradas que incluían una efigie de la persona sepultada (por lo regular, en espacios que habían sido santificados por una institución religiosa).
         Lo que ha sido el último siglo, los funerales se han vuelto más sencillos en muchos casos. Bajaron al común de la población con rituales ya establecidos, incluso con un manual en cada religión, y existe la opción de enterrar los cuerpos o incinerarlos (¿les recuerda a alguna cultura?). También se han desarrollado cápsulas para enterrar los cuerpos y que estos se conviertan en hermosos pirules que no sirven ni para arder ni para hacer llorar.
         A mi muerte estoy segura de que no habrá funerales. Mi cadáver reposará en el sitio donde perdió la vida y ahí se conservará y seguirá su proceso de putrefacción hasta que alguien lo encuentre. Nadie llorará mi muerte. Quien pudo llorarla hace mucho que partió de este mundo.

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