La palabra “pulcritud” me parece
muy curiosa, sobre todo cuando es empleada en pleno siglo XXI (sí, utilizada
incluso por su obsolescencia) para referirse a una cualidad de aseo, limpieza,
buen decoro, arreglo, equilibrio y proporción en la imagen personal, cuando el
origen de la palabra, en su etimología, se refiere a la belleza.
En
la escuela, allá en tiempos de mi tierna infancia, teníamos un decálogo que
debíamos observar todas las alumnas (¿nunca les he mencionado que mi primera
escuela era exclusiva para niñas?) y uno de sus primeros puntos era observar la
pulcritud en nuestra imagen personal.
Ignorar
las raíces grecolatinas del lenguaje nos hizo preguntar en no pocas ocasiones a
las maestras qué significaba pulcritud y por respuesta siempre nos decían que
había que estar aseadas, acicaladas y bien peinadas cuando nos presentáramos en
el aula de clases.
La
palabra fue recurrente años más tarde, en mi juventud y durante casi toda mi
edad adulta, en los diferentes espacios donde transcurrió mi vida, curiosamente
con un significado similar: la limpieza y la buena presentación en público.
Dicha imagen incluía desde la cara lavada, los dientes limpios, zapatos
boleados, ropa lavada y bien planchada; una imagen “decente” que no revelara la
miseria de nuestras vidas.
Ignoro
en qué momento se desvió el significado original de la palabra “pulcritud” como
equivalente de “belleza” (que también la belleza es un concepto abstracto
cuyo significado e implicaciones dependen del historial de cada persona” y pasó
a convertirse en sinónimo de “limpieza en la imagen personal”.
Finalmente
la pulcritud me ha valido un comino, independientemente de su acepción, y hago
de mi imagen personal una lluvia de ideas que refleje mi estado del ser.
Juzgamos por la apariencia y no lo que hay debajo de ese artificio. En todo
caso, creería más bien que la pulcritud es ese artificio para ocultar la
verdadera esencia.
¿Qué
tiene de mala una imagen no pulcra, que se muestra tal cual es?, ¿tiene más
valor o es menos auténtica si se disfraza bajo un complejo artificio de hábitos
y costumbres? Al mundo moderno le hace falta más empatía que pulcritud. La
apariencia es menos verdad que la sinceridad, desde mi punto de vista.
Seamos
pulcros, en la medida de nuestras concepciones.
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