Conocí a alguien que distinguía
entre “trabajo” y “esfuerzo”, al menos desde su perspectiva personal,
independientemente de que en la vida cotidiana esos límites se hayan difuminado
hace mucho tiempo.
Decía
que el trabajo es más una actividad que realiza el ser humano con el propósito
de llegar a algo, mientras que el esfuerzo se refería más a una labor propia de
los animales. Quizás un término clave entre ambos conceptos sea la
“civilización”, más vinculada con el primero que con el segundo.
Sin
embargo, retomo lo escrito en el primer párrafo respecto a esos espectros de
indeterminación que se han difuminado desde hace mucho tiempo. Hoy nos
referimos al trabajo o al esfuerzo de manera indistinta como un mismo concepto
que se limita al mismo referente: una acción que lleva a otra acción.
La
idea de trabajo, en este contexto, implicaría desde mi punto de vista un
sistema en el que la persona que ejecuta la acción está subordinada y la acción
que ejecuta responde a una instrucción, mientras que mi idea de esfuerzo no
incluye ese sistema de jerarquía y la propia acción responde a un deseo o
aspiración personal para pasar de una circunstancia a otra.
Es
probable que exista alguna teoría científica sobre el esfuerzo, una teoría que
implique el grado de impulso (incluyendo todo un sistema de medición) para
pasar de una circunstancia a otra, tomando en cuenta diferentes parámetros
entre los que se incluyen dos fundamentales: dónde se estaba y a dónde se
espera llegar.
La
circunstancia base puede ser determinante para motivar, fomentar, impulsar el
esfuerzo que una persona realiza para cambiar de circunstancia, como si se
aspirara a algo mejor, una diferencia en la que conviven varios factores, desde
la bondad, la concepción del bien, una idea de bienestar (económico, social,
político, laboral, etcétera).
En
mi visión de mundo, el esfuerzo es una fuerza medible que implica un impulso de un punto a otro, aunque quedan
algunos detalles al margen, como el factor que motivó el esfuerzo, la
conciencia de una persona para identificar dónde se encuentra, hacia dónde
aspira a legar y la acción que debe ejecutar para lograrlo.
¿He
aplicado el esfuerzo en mi vida cotidiana? Puede ser. No soy la misma de ayer
ni seré la misma de mañana. Cada día de todos los días de mi vida me enfrento a
esas circunstancias y me veo obligada a tomar decisiones, analizando mi propia
circunstancia y el punto al que aspiro a llegar.
Cuando
suceda lo que ha de suceder, el esfuerzo, cualquier esfuerzo o trabajo que haya
ejecutado en vida, se disolverán e mi no-existencia. Se volverán silencio, como
mi nombre.
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