Más de treinta años de trabajo y
el sistema económico en el que vivo me obliga a seguir trabajando hasta que
suceda lo que ha de suceder, porque una pensión no alcanza para el gasto
cotidiano, aunque se trate del sustento de una sola persona.
El
retiro en estos tiempos dista mucho de aquella idea que se tuvo durante tanto
siglos, como una especie de viaje espiritual hacia un espacio físico de
reflexión, porque la antigüedad siempre consideró importante la salud mental y
espiritual que se tradujeran en un bienestar físico. Así la persona sería “más
productiva” para la sociedad.
Sin
embargo, en esta época de intereses económicos, el retiro es más una
jubilación, como una forma de “descanso” por tanto trabajo entregado para el
desarrollo de una nación. La verdad es que uno vende su fuerza de trabajo por
tanto tiempo que se olvida de tener una vida fuera de lo laboral. La dinámica
lo impide.
A
veces creo que conforme vienen las nuevas generaciones, cada una goza de menos
tiempo para esos satisfactores que influyen en la aspiración a la felicidad. A
la larga, eso también repercutirá en el promedio de vida y lo estamos viendo a
diario en las noticias: la depresión es el gran mal de este milenio y cada vez
son más frecuentes los suicidios, especialmente entre la juventud.
Durante
siglos se consideró el retiro como una acción voluntaria (y a veces necesaria)
para reflexionar en torno a las aspiraciones propias de cada persona. Por lo
regular se presentaba en momentos clave y no se limitaban a una edad. Se
trataba de buscar el bienestar de una persona logrando un equilibrio interno
ante momentos de caos.
En
la tradición judeocristiana se erigieron numerosos edificios en los países de
Occidente destinados a este fin. Al interior había pequeñas comunidades donde
se trabajaba en conjunto por la salud espiritual de cada miembro, tal vez
abrumados por el entorno en el que vivían, “tóxico” podríamos decir. De ahí la
importancia que se le daba al retiro como un proceso de sanación.
Actualmente
sobreviven algunos espacios destinados al retiro bajo esta concepción, aunque
dudo de su metodología, pues se centran en la educación de la fe y no en la
sanación del espíritu. Mientras tanto, el resto de los mortales continuamos en
un esquema de retiro como si se tratara de una “gratificación” luego de
malbaratar nuestra fuerza de trabajo. Así es como la humanidad pone en remate
más de treinta años de su vida sin dedicarse a vivir la vida.
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