El elogio en boca propia es
vanidad y soberbia, un falso reconocimiento a una virtud aparente que disfraza
su arrogancia con adjetivos calificativos para ocultarse.
Dice
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que se trata de una “alabanza
de las cualidades y méritos de alguien o de algo”, un otro que aplaude, aunque
el motivo del aplauso sea una farsa.
Hablo
así porque en estos tiempos es muy frecuente encontrar muestras de elogios que
se desviven por alguien, en especial cuando se trata de política, aunque esos
elogios estén cimentados en una figura de arcilla que a la primera lluvia se
desmorona.
Alabar
a alguien podría ser un sentimiento quizás auténtico cuando se trata de algo en
lo que se cree por convicción personal, como un acto de fe, porque la persona
alabada ha despertado ese sentimiento en nosotros y ese elogio se expresa por
voluntad.
Por
el contrario, cuando el elogio responde a un interés personal, como si se
aspirara a obtener un favor o reconocimiento propios por aplaudir, caemos en un
falso elogio y de esos abundan en la política. No es gratuito que estos
sistemas aparentemente democráticos me causen náuseas, en especial cuando los
actores salen con sus reflectores a buscar los aplausos erigiendo imágenes con
virtudes que no les son propias.
Decía
Rebeca que antes de aplaudir, hay que trabajar para tener motivos para aplaudir.
Casi nunca he expresado elogios hacia alguna persona. De hacerlo, tendría que
ir a sus tumbas porque hará unos años que ya partieron de este mundo.
Virginia
Woolf y Wislawa Szymborska estarían en primera lista, encabezando una pequeña
hilera de nombres que han merecido mi reconocimiento y admiración por su
trabajo (literario) que ha despertado en mí numerosos sentimientos, en algunos
casos casi me convencen de comenzar a amar mi vida y mi existencia, casi.
El
elogio moderno se encuentra en las redes sociales y se manifiesta a través de
reacciones e interacciones con lo que ahí se expresa. Pero mantengo lo dicho:
un elogio tiene muchos contextos y solo responde a uno. Si hay un interés
personal, no es elogio: se trata de prebendas.
A
este mundo le hace falta aprender a aplaudir por el gusto de aplaudir y brindar
un aplauso a quien lo merezca por su talento.
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