10 de agosto de 2019

222. El rencor


Si mal no recuerdo, he visto cuatro veces la película “Red Sparrow”, protagonizada por Jennifer Lawrence, quien interpreta a una joven bailarina de ballet originaria de Rusia que se ve atrapada en una red de espías internacionales luego de caer en el juego del único familiar con el que cuenta: su tío.

         La trama es lo típico que podríamos encontrar en una historia de espionaje, pero destaco esta relación entre familiares porque el desenlace tiene mucho que ver con la venganza producto de un rencor acumulado y que solo encontró salida (una especie de “liberación” o catarsis) a partir de regresar el daño recibido (con mayor fuerza debido a la corrosión que provocó en las heridas infligidas).
         Aunque considerado un sentimiento negativo, el rencor forma parte de la naturaleza humana, independientemente de que se tuviera conciencia de él o no. Y como en todo sentimiento, prospera o se disuelve en una relación de dos: el que inflige y el que acepta o rechaza, aunque por lo regular el rencor es un daño que se acepta y, sin ser asimilado y trascendido, germina para dar frutos amargos que se devuelven al causante al cabo del tiempo, como una especie de karma: cosechas lo que siembras.
         La mente de una persona denominada “rencorosa” también es digna de un minucioso estudio que detalle los procesos internos que se viven. Hablo de la experiencia propia a partir de la observación (me gusta analizar la naturaleza humana en todos sus matices) y encuentro al rencor como el equivalente a un cáncer que no solo destruye al individuo que lo porta, sino también el entorno de la persona.
         Si el rencor es básicamente un sentimiento negativo producto de un daño infligido por alguien más, imaginemos que ese sentimiento negativo es conservado en una botellita que se carga a diario y cada día es como si fermentara para hacerse más fuerte, más dañino, y con el paso del tiempo esa botellita explotara, causando daño a todo aquél que se encuentre cerca.
         El rencor es parte de mi vida (perdón por parafrasear un eslogan de una cadena de tiendas), aunque este rencor es contra la vida misma. Odiar mi vida y mi existencia no es gratuito. Hubo cosas en el pasado (desde la infancia) que infligieron heridas muy profundas, difíciles de sanar, más cuando siempre estuve sola y así me he mantenido por más de setenta años.
         Todo este rencor un día encontrará su salida. He de explotar y acabar con mi entorno, como una bomba atómica, porque he conservado todos estos sentimientos negativos por tantos años. Que se cuide el silencio porque también puede desaparecer.

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