Si mal no recuerdo, he visto
cuatro veces la película “Red Sparrow”, protagonizada por Jennifer Lawrence,
quien interpreta a una joven bailarina de ballet originaria de Rusia que se ve
atrapada en una red de espías internacionales luego de caer en el juego del
único familiar con el que cuenta: su tío.
La
trama es lo típico que podríamos encontrar en una historia de espionaje, pero
destaco esta relación entre familiares porque el desenlace tiene mucho que ver
con la venganza producto de un rencor acumulado y que solo encontró salida (una
especie de “liberación” o catarsis) a partir de regresar el daño recibido (con
mayor fuerza debido a la corrosión que provocó en las heridas infligidas).
Aunque
considerado un sentimiento negativo, el rencor forma parte de la naturaleza
humana, independientemente de que se tuviera conciencia de él o no. Y como en
todo sentimiento, prospera o se disuelve en una relación de dos: el que inflige
y el que acepta o rechaza, aunque por lo regular el rencor es un daño que se
acepta y, sin ser asimilado y trascendido, germina para dar frutos amargos que
se devuelven al causante al cabo del tiempo, como una especie de karma:
cosechas lo que siembras.
La
mente de una persona denominada “rencorosa” también es digna de un minucioso
estudio que detalle los procesos internos que se viven. Hablo de la experiencia
propia a partir de la observación (me gusta analizar la naturaleza humana en
todos sus matices) y encuentro al rencor como el equivalente a un cáncer que no
solo destruye al individuo que lo porta, sino también el entorno de la persona.
Si
el rencor es básicamente un sentimiento negativo producto de un daño infligido
por alguien más, imaginemos que ese sentimiento negativo es conservado en una
botellita que se carga a diario y cada día es como si fermentara para hacerse
más fuerte, más dañino, y con el paso del tiempo esa botellita explotara,
causando daño a todo aquél que se encuentre cerca.
El
rencor es parte de mi vida (perdón por parafrasear un eslogan de una cadena de
tiendas), aunque este rencor es contra la vida misma. Odiar mi vida y mi
existencia no es gratuito. Hubo cosas en el pasado (desde la infancia) que
infligieron heridas muy profundas, difíciles de sanar, más cuando siempre
estuve sola y así me he mantenido por más de setenta años.
Todo
este rencor un día encontrará su salida. He de explotar y acabar con mi
entorno, como una bomba atómica, porque he conservado todos estos sentimientos
negativos por tantos años. Que se cuide el silencio porque también puede
desaparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario