4 de agosto de 2019

206. El desastre


Usualmente relacionada con la desgracia, la palabra “desastre” implica un suceso infeliz o lamentable, algo de calidad, resultado, organización, aspecto u otras características “muy malos”, o tal vez una persona poco hábil, poco capaz, que todo lo hace o a la que todo le sale mal, de acuerdo con las definiciones que nos ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

         Pero vayamos por partes, diría Jack “El Destripador”. Respecto a la primera acepción, relativa a un hecho o suceso negativo (que han sido muy recurrentes en mi vida, sin afán de victimizarme), parece quedar bastante claro a qué nos referimos. Incluso recuerdo una expresión de un conocido que decía “lo planeado siempre sale mal”, aunque tengo la impresión de que esta persona quería decir que las cosas que se planean mucho por lo regular no resultan como esperábamos.
         Una circunstancia que resulta “lamentable” o “infeliz” me da la impresión de que es algo que pudo prevenirse, como también me ocurre usualmente. Casandra estaría como pez en el agua en este entorno: haciendo predicciones con base en la observación y el análisis de situaciones que pueden prevenirse y el mundo hace caso omiso a las advertencias.
         Cuando hablamos del desastre como algo referente a las cosas, también evocamos esa posibilidad de prevenir aquello que puede salir “mal” (que también el “mal” tiene sus matices, hay que reconocerlo). En una empresa, si el patrón (o el responsable de Recursos Humanos) contrata a una persona que no reúne el perfil para una función (que también hay que pensar en esos aspectos que quedan fuera de un currículum y son importantes para cualquier función, así sean producto de la experiencia), las cosas vinculadas con la función de esa persona serán un desastre.
         Yo podría hablar del desastre que es mi vida, yo, como hacedora y propietaria de esta vida y esta existencia que detesto. Podría referirme con ese desastre a hechos o situaciones que no han ido como lo planeado (¿quién planea su vida de forma milimétrica para evitar cualquier error, por mínimo que parezca?).
         También podría referirme a cosas que han sido consecuencia de esos hechos o situaciones adversas, circunstancias en las que no he tomado la mejor decisión y me han conducido a una circunstancia de “desastre”.
         Y eso me lleva al siguiente punto: toda yo puedo ser un desastre, con las decisiones que he tomado ante determinada circunstancia o contexto, que luego han repercutido en todas esas cosas que he hecho “mal” (o con un estándar por debajo de lo usual y aceptable).
         ¿Me importa? Si mi propia vida y existencia son un desastre, el mundo puede irse a la mierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario