Siempre he pensado que la vida no
está en un escritorio y, sin embargo, un escritorio puede ser el origen de las
principales satisfacciones para la vida de alguien. A veces la vida es una
paradoja, una circunstancia que escapa a nuestra comprensión y la descubrimos (o
no) en actos cotidianos.
Ignoro
en qué momento de la historia se crearon los primeros escritorios con la
función que conocemos. Intuyo que debió ser durante la Edad Media, cuando
también se creó la mesa como objeto para disponer de los alimentos, aunque en
este caso sería con otra finalidad: servir de apoyo para los escribanos y
copistas de manuscritos.
Generalmente
de madera (en sus múltiples variedades), hoy contamos con una amplia gama de
diseños y materiales en torno a este objeto que con el tiempo ha conservado su
función y en algunos casos la ha ampliado por tener una superficie donde se
pueden colocar otros objetos (una de esas variantes es servir de mesa para
comer, como hago en ciertas ocasiones en las que decido quedarme en casa en
lugar de pagar por un platillo en algún restaurante).
Varios
siglos han pasado desde la creación del primer escritorio y mucho ha cambiado
desde entonces. De ser un objeto de manufactura artesanal, con detalles muy
elaborados y aplicaciones extraordinarias en materiales a veces inimaginables,
hoy tenemos escritorios fabricados en masa porque vivimos una época industrial
de consumo a gran escala.
Escritorios
famosos los ha habido, aunque vienen a mi mente solo dos referencias: el
escritorio de la llamada “Reina Madre, la Reina Isabel II, y el escritorio
albergado en el salón oval de la Casa Blanca, ambos gemelos, de acuerdo con lo
que expone cierto filme de Disney sobre cazadores de tesoros y teorías
conspiracionistas donde hay mucho de masonería.
¿Cuántos
documentos se habrán redactado y firmado en ambos escritorios?, ¿cuántos
secretos guardarán sus cajones y sus grietas, las motas de polvo, cera y lustre
aferradas a la madera (originalmente de un barco)?, ¿de qué cosas hablarían si
esos escritorios fueran objetos animados?, ¿cuántos libros, documentos, cartas,
diarios y otros textos se habrán escrito en los millones de escritorios que se
han fabricado a lo largo de la historia?
Lo
ignoro. Tanto como ignoro la vida de mi propio escritorio, base de metal y
superficie de madera comprimida (una ganga, lo recuerdo muy bien). Porque en
este escritorio se derraman silencios que en algún momento pudieron ser
palabras y decidieron extinguirse, como yo aspiro a extinguirme en algún
momento. Y sin embargo sigo pensando que la vida no está en un escritorio, por
más años que pasemos aferrados a un escritorio.
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