Hace muchos años conocí a una
joven que quería hacer su tesis de Licenciatura en Antropología sobre lo que
denominó “moda prehispánica”. Cuando escuché el término, me dieron ganas de
abofetearla suavemente (con una sartén al rojo vivo). De nada le habían servido
tantos años de supuesto estudio si al final demostró que no había aprendido
nada.
De
inicio, el concepto de moda (que ha tenido diversos nombres a lo largo de la
historia) se concibió durante la etapa de transición entre el Medievo y el
Renacimiento, aunque ya desde la antigüedad era frecuente el uso de
determinados estilos en el vestuario y maquillajes que llegaron a mostrar
tendencia o predominar en el gusto de la población, especialmente en ciertas
élites cuya indumentaria demostraba su grado de poder.
Vuelvo
al caso de esta joven estudiante de Antropología y a su término de “moda
prehispánica” para hacer énfasis en que tal cosa no existía, pues en dicho
periodo la indumentaria atendía más a un uso funcional de las prendas, con variaciones
en su manufactura y materiales empleados. En todo caso se podría hablar de
estilos en la orfebrería prehispánica, que fue más simbólica y marcó tendencia
en estilos para determinadas culturas.
Una
dinámica diferente se presentó en todas aquellas culturas que florecieron en el
Mediterráneo y Medio Oriente durante la antigüedad y el periodo Clásico, pues a
través de los siglos hubo muchos cambios en la indumentaria y se adoptaron
estilos de otras regiones gracias a las caravanas comerciales que intercambiaban
mercancías entre las diferentes culturas.
Recuerdo
algunos pasajes sobre Cleopatra, en el siglo I. antes de Cristo, donde se
mencionan algunas ceremonias especiales en las que utilizó desde túnicas al
estilo griego (semejantes a una columna dórica), egipcio (rectas, con telas de
algodón y lino decoradas con bordados de oro) y macedonio (telas vaporosas con
muchos pliegues en su manufactura).
Los
estilos cambiaron durante la edad media, donde el decoro estaba reservado para
cierta élite (las monarquías), circunstancia que se modificó en los siglos
posteriores, especialmente a partir del Renacimiento y la gran pompa que se
exhibía en las Cortes. A partir de ese periodo la indumentaria aceleró sus
cambios al asimilar diferentes elementos culturales en la confección de las
prendas, siempre con la premisa de innovar y marcar tendencia.
Ya
en el siglo XX nos enfrentamos a un fenómeno de globalización que se manifestó
en el uniforme y el empleo de la mezclilla para el uso cotidiano,
independientemente de la clase social a la que se perteneciera. Hoy la moda es
más una industria de fabricación en masa y únicamente la denominada “alta
costura” se reserva para quien tiene los recursos suficientes para pagarla, con
diseños hechos por pedido y a la medida del cliente.
Mentiría
si dijera que mi vida se ha desarrollado fuera de esta dinámica de la moda.
Hasta la prenda de segundo uso atendió a ese fenómeno de producción en masa y
tendencias marcadas por la “industria de la moda”. En mi vida he utilizado
diferentes estilos y tendencias. Hoy me da igual lo que vista, antepongo la
comodidad frente al decoro. Al final la única ropa que vestiremos en la tumba
será la piel que se marchita.
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