La vida es tormento, infortunio y
desgracia cuando se es traído al mundo sin la voluntad para vivir ni la
voluntad para existir. Nacemos (somos nacidos) para venir a llorar en este
“valle de lágrimas” si pensamos la vida no con visión fatalista (que lo es),
sino realista, en un mundo que se precia de cultivar una “filosofía” de la
felicidad que no promueve el bienestar de los otros, únicamente el propio.
Lloramos
desde el primer segundo en que somos traídos a la vida (algunos han dado por
llamarle “el llanto de la vida” porque ese llanto permite liberar los pulmones
y comenzar a respirar) como un acto simbólico de lo que nos depara y resulta
curioso que la muerte parece ofrecernos un descanso de todo lo vivido.
Dice
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que el calvario es una
serie de sufrimientos y penurias que se viven, aunque son más las acepciones
vinculadas con la figura de Cristo en sus últimos momentos antes de ser
crucificado en el monte Calvario.
Este
trajinar que describe la tradición judeocristiana en las Sagradas Escrituras
también es un acto simbólico sobre la vida, mucho más simbólico si lo pensamos
desde este siglo XXI deshumanizado, porque nos da a entender que en vida
pudimos ser las personas más bondadosas y amorosas, pero al final enfrentaremos
el juicio de “los otros”, que juzgan desde su horizonte de creencias,
expectativas y prejuicios y nos harán sufrir bajo determinadas circunstancias.
A
veces pienso que la vida está sobrevalorada y, por otra parte, restamos valor
al peso de la existencia (y la voluntad de existir). Se nos impone la idea de
que es un deber ser feliz, pero solo si esa felicidad se sujeta a un sistema de
somatización de la mente para omitir el pensamiento de ser esclavos de un sistema
todavía mayor y mucho más complejo.
¿Mi
vida ha sido un calvario? Sí, desde que fui traída al mundo. Y la vida te curte
de múltiples maneras. Lo cierto es que la vida no es un páramo de flores y
colores, incluso “los otros” influyen para que ese camino que es la vida se
cubra de espinas, dolor y sufrimiento (siempre innecesario, aunque también se
aprende de la experiencia del dolor).
Ignoro
en qué momento termina el calvario de la vida, pero intuyo que no concluye con
el acto de la muerte. “Ser” es el acto irrepetible en que la vida rompe la
pared que le contiene, pero esa ruptura de la vida, aunque se manifiesta en diferentes
formas y bajo diversas circunstancias, parece repetirse en ciclos infinitos
mientras el espíritu se mantenga. ¿Alguna vez terminará el calvario de la vida
(y la existencia)?
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