1 de julio de 2019

182. La medida


Hoy llegamos a la mitad del año. Lo pienso porque el sistema en el que vivo indica que cada año consta de poco más de trescientos sesenta y cinco días. Esa es solo una de las múltiples medidas que nos rigen durante la vida y, sin embargo, ¿cuál es la medida de la vida?

         Una unidad de medida nos permite mantenernos en canales similares de entendimiento sobre las proporciones que guarda el mundo. Imagino que para el comercio era más sencilla la venta de mercancía si se tenían medidas y costos para cada medida, las cuales debieron ser estandarizadas para extender el mismo referente a otras latitudes.
         Probablemente al inicio debió ser complicado. En las Sagradas Escrituras de la tradición judeocristiana se menciona con mucha frecuencia la vara como una unidad de medida. Hoy intuimos a cuánto equivalía cada vara, pero en aquel entonces ¿cómo saber de qué tamaño debía ser la vara? Incluso en nuestros días se sigue aplicando la expresión “meterse en camisa de tres varas” para indicar que uno se encuentra en un sitio equivocado.
         El mundo debió ponerse de acuerdo sobre el equivalente a un puño, un brazo, un vaso, una taza, una milla, un segundo, un pixel. Hay tantas medidas que rigen nuestros días y las integramos de manera inconsciente a nuestra cotidianidad por ser tan frecuentes. ¿En algún punto nos cuestionamos por esas medidas que nos rigen?
         Se mide para entender. Contamos los años, los meses, las semanas, los días, las horas, los minutos, los segundos y no alcanzamos a determinar a cuánto equivale un instante. Porque en cada medida también existen espacios de indeterminación que escapan a nuestro entendimiento.
         Hace unos años que se han desarrollado múltiples investigaciones en torno al peso del alma (otros le llaman espíritu, unos más distinguen entre alma y espíritu) y concluyen que esta tiene un peso de 17 gramos. Ese es el peso de nuestra existencia, independientemente del peso que tenga nuestro cuerpo cuando suceda lo que ha de suceder.
         Podría decir que mi vida está contada en setenta calendarios con sus lunas respectivas, pero mi perspectiva de la vida es más un cúmulo de instantes y experiencias que se van anudando en un entramado individual, propio, artesanal. Llamamos vida al tiempo transcurrido desde el nacimiento hasta la muerte, pero es una medida que deja de lado el conteo de experiencias que dan sentido a nuestra existencia.
         Ahí yace la vida, en los espacios de indeterminación que escapan a la medida de la vida. Hasta el silencio tiene un tiempo para “ser”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario