Minerva o Atenea, la misma
representación del saber, curiosamente en la figura de una mujer, como en el
mito bíblico de la tradición judeocristiana en el que Eva, “la primera mujer”,
comió el fruto del conocimiento y condenó a la humanidad al exilio del Edén.
Son
dos culturas que contrastan: aquellas que otorgan la sabiduría a la mujer y
otra que rechaza la posibilidad de que la mujer haya tenido acceso a esa
sabiduría. Tal vez ahí radica esa misoginia que se radicalizó durante la
llamada “Inquisición” y quema de brujas. Fundamentalismos que nunca han traído
bien a la humanidad.
Esta
misoginia prevaleció una vez que el cristianismo se generalizó en Occidente y
excluyó a la mujer de todas las áreas del conocimiento. No obstante, las
mujeres nunca hemos sido muy diestras en eso de seguir instrucciones. La
curiosidad no mató al gato, fue el verdugo.
Así
surgieron muchas mujeres a lo largo de la historia que se atrevieron a romper
esquemas a pesar de las imposiciones de una cultura machista. Sin sus
aportaciones en las diferentes áreas del conocimiento, nuestro saber actual
sería menos (y aun así es reducido en comparación con todo aquello que
desconocemos).
Recientemente
se ha descubierto que fue una mujer quien desarrolló el uso de las matemáticas
en la antigua Sumeria, un área del conocimiento fundamental para entender todo
en el Universo conocido y que, desde su “invención” (o descubrimiento), ha
construido la civilización con su aplicación en la vida cotidiana.
Pero
me sigue resultando curiosa esa tendencia a segregar a la mujer de las diversas
áreas del conocimiento, a pesar de nuestros grandes aportes. Si desde la
antigüedad se depositaba la sabiduría en la figura de la mujer, se debieron
tomar en cuenta numerosos ejemplos que dieran constancia de ello.
Parecería
ridículo, como un juego de infantes en el que un grupo de niños relegaran a las
niñas por sus habilidades y conocimientos. Y sin embargo eso ocurre en la vida
adulta, en todas las generaciones, durante toda la historia contemporánea, en
prácticas que prevalecen hasta nuestros días a pesar de los avances del
feminismo.
Finalmente,
una mujer ignorante solo es una sabia en potencia a la que han puesto cerrojos
para no abrir su mente. El conocimiento en manos del hombre solo ha servido
para esclavizar las mentes, y de eso podemos enumerar muchísimos ejemplos.
Qué
diferente sería el mundo en manos de una diosa.
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