5 de agosto de 2019

207. La imitación


Decía Oscar Wilde que la vida imita al arte, mucho más que el arte a la vida. Pienso que la vida tiene que ser otra forma de arte, por muy contradictorio que parezca si tomamos en cuenta que detesto mi vida y mi existencia.

         Imitar ha sido uno de los primeros métodos de enseñanza aprendizaje en la historia de la humanidad. En general implica la repetición de patrones con resultados similares y hasta la fecha continúa como un método pedagógico en diferentes sistemas educativos.
         La idea de originalidad se ha desvanecido conforme pasan los años y no hay más alternativas que la imitación y la apropiación. Lo hemos visto últimamente en la industria de la moda, el caso más reciente fue una colección de Carolina Herrera “inspirada” en los bordados “tenangos” del estado de Hidalgo.
         Se hizo un escándalo internacional en torno al plagio de diseños propios de una cultura y una región, incluso la diseñadora tuvo que declarar ante los medios y justificar el diseño de su colección como un homenaje, más que un intento de plagio, a pesar de que la colección fue comercializada en los costos propios de una casa de alta costura.
         A raíz de este caso no fueron pocos los artículos en torno a la imitación, el plagio y la apropiación. Circunstancias similares a lo que puede llegar a presentarse (y ha ocurrido) en el caso de las bellas artes, principalmente en la pintura y la escritura.
         Tengo la impresión de que cada vez es más frecuente entrar en este tipo de debates (discusiones) porque la originalidad e innovación se han reducido en sus manifestaciones, producto de un mundo que no incentiva la creatividad, pero tampoco la disciplina o el aprendizaje de la técnica para ello.
         Vivimos en un mundo que podría reducirse a una expresión de Fiodor Dostoievsky: “si Dios está muerto, todo está permitido”. Han faltado voces críticas que señalen precisamente esas ausencias en las que se justifica cualquier imitación y falta de creatividad y técnica.
         Por eso los museos han perdido afluencia de visitantes: exponen objetos o instalaciones llamadas “arte” cuando muchos (la vieja escuela) vemos que solo se trata de objetos sacados de su contexto cotidiano y cambian su contexto, pero no hay creatividad ni técnica, entre otros elementos que podríamos atribuir a la creación artística, como la armonía, el diseño, la idea de “belleza” con la que se vinculan, alguna escuela o corriente artística que nos permita seguir un hilo conductor (no dejaría de parecer imitación, he ahí la importancia de la creatividad).
         A pesar de todo, sigo creyendo que la vida debe ser otra forma de arte, incluso cuando se reniega de la vida y la existencia propias: la tragedia de ser a pesar de no-ser.

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