9 de agosto de 2019

220. La creación


El Dios judeocristiano, según las Sagradas Escrituras, creó el mundo en seis días. Al séptimo descansó para contemplar su creación (y luego tuvo varias etapas de “borrón y cuenta nueva” con su creación). Los dioses de otras doctrinas se distribuyeron el trabajo de creación, con una cosmovisión diferente en cada caso, incluyendo los plazos para su creación. La escritura (podría aplicar a otros oficios de las bellas artes) es un proceso similar.

         Como el Dios judeocristiano, hay quienes tienen una mente más metódica, planificada, con procesos a seguir durante la creación. Se han formado una disciplina a tal grado que trabajan con metas a corto plazo para llegar a un producto final de manera segura en el mediano o largo plazo.
         Se trata de una creación que se estudia previamente, incluso antes de colocar la primera línea y cada línea lleva su propósito. Me viene a la mente Stephen King, de quien se dice tiene una meta diaria de redactar diez mil palabras, lo que puede llevar varias horas, incluso todo un día.
         Escritores los hay que en este proceso calculado también llevan una rutina muy precisa, desde preparar café suficiente para su momento de escritura o caminar al alba antes de sentarse a escribir. Por lo regular este tipo de creación es realizada durante la mañana, dando la impresión de que estas horas de luz (y de sonidos en el entorno) son más propicias para la creación.
         En cambio, hay quienes buscan diferentes tipos de experiencias en su entorno de las cuales se puedan alimentar para su escritura. También son analíticos, pero se enfocan en la naturaleza humana, más que en hechos concretos que llevan una secuencia, y a menudo sus momentos de escritura son espaciados, esporádicos, en una explosión de inspiración.
         Las prácticas a las que recurren este tipo de escritores son de lo más dinámicas e incluso pueden recurrir a aspectos metódicos que se intercalan con la improvisación del día a día. Los hay quienes buscan un estado mental antes de escribir y entre esas personas podemos encontrar a quienes gustamos de beber alcohol para alterar los sentidos, así como otros tantos recurren a sustancias psicotrópicas.
         Lo cierto es que la creación no es un proceso lineal. Incluso si se trata de un proceso metódico, como el Dios judeocristiano, llega un punto en el que la creación debería estar “lista” y, sin embargo, se hace una nueva revisión para depurar lo que no debería acompañar a esa creación. ¿Ya les suena la analogía del diluvio?
         Yo soy producto de otra creación, un proyecto a largo plazo que existe a pesar de sí. El final se acerca, pero ignoro el desenlace.

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