6 de agosto de 2019

211. La confusión


Hay un mito en la tradición judeocristiana donde se narra el surgimiento de las diversas lenguas de las que se derivan todos los idiomas del mundo: la torre de Babel, un hecho aún mítico (no ha podido comprobarse la existencia de tal torre) que dio origen a la confusión entre la humanidad.

         El acontecimiento se narra en las Sagradas Escrituras, en el Génesis, en un tiempo posterior al gran diluvio que representó una primera purga de la humanidad (no olvidemos que fue por la mano del Dios judeocristiano). La humanidad hablaba la misma lengua y, sin motivo expreso en los textos sagrados, el pueblo decidió construir una ciudad con una torre “cuya cúspide llegue hasta el cielo”.
         La expresión siguiente, “hagámonos así famosos y no andemos más dispersos sobre la faz de la Tierra” me parece más una especie de arrogancia impresa por los escribanos, arrogancia que permitiría justificar la también arrogancia del Dios judeocristiano para cuestionar la construcción: “he aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan”.
         ¿Amenaza? Difícil saberlo, al tratarse de un mito. Lo que es claro (y así consta en los textos sagrados) es que Babel fue el origen de la confusión entre la humanidad a partir del lenguaje. Curiosa interpretación de un mito, donde el lenguaje resulta crucial para la comunicación.
         Curioso también que en las mismas escrituras se le dé mayor peso al lenguaje y la confusión derivada que a la propia construcción con la que se pretendía llegar al cielo. Personalmente, esto implicaría que es posible alcanzar el cielo unidos como un solo pueblo, con un mismo lenguaje y una construcción simbólica que llegue al cielo del que se habla en el mito bíblico.
         Hace más de medio siglo que la humanidad llegó a la Luna, el único satélite con el que cuenta la Tierra. Y existen numerosos satélites alrededor del sistema solar documentando lo que existe “más allá”. Se han superado las barreras del lenguaje al profundizar en las artes de la traducción y la interpretación. ¿Faltaría que la humanidad se una como un solo pueblo para alcanzar el cielo bíblico?
         De ser así, tal vez nos enfrentamos a un nuevo elemento de confusión para estos tiempos modernos: la política y la economía. Ambos han determinado la separación de las naciones. No hay un solo pueblo, hay pueblos divididos por intereses económicos que derivan en intereses políticos.
         ¿Qué nos depara como humanidad?

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