Hay lecturas que reafirman mi
visión de la literatura, como “The Common Reader”. Coincido con Virginia Woolf
cuando afirma que el lector común difiere del crítico y del estudiante: tuvo
una educación deficiente y la naturaleza no le ofreció ciertas virtudes (aunque
esta afirmación esconde cierto elitismo/pedantería).
El
lector común lee por su propio placer, más que para impartir conocimientos o
corregir las opiniones de los otros. Y sobre todo el lector común es guiado por
instinto para crear para sí mismo una especie de Todo: un retrato de una
persona, un esbozo de una época, una teoría del arte de la escritura...
Quisiera
pensar como Virginia Woolf pensaba a principios del siglo XX en torno a la
lectura, pero me encuentro en un tiempo, una época en la que la lectura es una
actividad cada vez más rara y poco frecuente, en especial entre las nuevas
generaciones.
Hay
quienes dirán que el mundo actual es lector de otra variedad de textos y claro
que podría coincidir con ellos. Leemos textos virtuales acostumbrados a la
tecnocracia que nos ha sido impuesta. Leemos encabezados de noticias y muy rara
vez el contenido de una noticia hasta el final. Leemos memes, tweets,
publicaciones de pocos caracteres (por lo regular mal redactados, con muchos
errores gramaticales e incluso publicaciones cuyo mayor atractivo son los
errores gramaticales).
A
veces siento que cada vez leemos menos literatura porque durante la segunda mitad
del siglo XX se nos fomentó la idea de una escritura solemne, entendible (y
accesible, por su encarecimiento) solo para determinados círculos. Y tampoco
contribuyó el hecho de incentivar la discriminación hacia lectores de textos más
comerciales, a pesar de ser lectores.
Colocar
a la literatura en un lugar “sagrado” puede traer sus riesgos y uno de ellos es
condenarse a sí misma al mito. Creo que la literatura no puede ser producto de
decisiones de las llamadas “vacas sagradas”, obstinadas, que se niegan a
entender la dinámica de nuestros tiempos y adaptarse a ella.
Creo
en la lectura como una actividad que debería realizarse, primero, por el gusto
de leer y lo que nos ofrece una lectura (agradezco tanto a esos libros que me
han despertado emociones, así sean negativas, porque una emoción en cierta
forma me hace sentir más viva). Después podríamos incluir todo un listado de
motivos por los cuales leer.
Sin
embargo, ¿para quién escribimos quienes nos dedicamos a este bello oficio?,
¿por qué lo hacemos? Por vanidad, yo lo admito; porque las bellas palabras
también pueden adornar una personalidad en conflicto consigo misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario